lunes, 10 de noviembre de 2014

Meditando sobre algunos hermanos que las FFAANN me dieron y en una de mis abuelas.



Meditando sobre algunos hermanos que las FFAANN me dieron y en una de mis abuelas.

Parte I
                Las palabras de aliento y las recomendaciones y críticas que me han hecho muy queridos compañeros me han llevado a algunas reflexiones que me distraen de la ruta que me había trazado, con respecto a mis pensamientos, análisis y recomendaciones que pretendo dar en lo tocante a la “Reconciliación Nacional”, seguiré con ese tema después de compartir con ustedes, las evocaciones y conclusiones a las que llego.
                Leyendo el blog de mi compañero Ángel Bellorín, aparte de sentir la admiración y respeto que siempre le he profesado, no fue difícil recordarme de esa andina maravillosa que fue mi abuela materna.
                Se llamaba Pastora, nación entre Rubio y Pamplona, mientas mi bisabuela corría a guarecerse de las guerras, guerrillas y bandoleros de cada lado de la frontera, que proliferaban a finales del siglo XIX. De hecho mi abuela recibió un sombrerazo de Cipriano Castro, cuando pasó por Rubio y ante la indiferencia de un pueblo pobre y harto de males y problemas, lo mandó a saquear y de allí quedó la expresión, se formó o se hizo una “Rubiera”.
                Mi abuela no sabía escribir, ni leer. La habían maltratado una maestra y ella se juró que no volvería a ir ni se dejaría abusar ni ofender por nadie. Pero tenía una memoria prodigiosa y una forma de contar, que no perdía nunca ni un solo centavo, ni un solo gramo de comida ni de nada.
                Ella se casó muy joven, y tuvo diez hijos. Esa era la costumbre, porque hasta la generación de mi bisabuela, de casi todas las familias, morían más de la mitad. Sin embargo, ya la sanitarización había empezado en Venezuela, traída por los doctores venezolanos que se formaron en Inglaterra, Alemania y Francia, que después de convencer al Benemérito Juan Vicente Gómez, se dieron la titánica tarea de salvar a un país. Mi abuela tuvo diez hijos, cuatro varones y seis hembras, de estas,  perdió una,  Rosalía, que mi abuela y mis tíos y tías lloraron siempre como si hubiesen perdido cinco. Su nombre pasó a ser el segundo apelativo de mi madre Carmen.
                Mi abuela, como tantas madres venezolanas, fue abandonada por su esposo y ella quedó al frente de nueve muchachos, o mejor dicho diez, porque recogieron uno que jugaba metras con un tío y no tenía donde ir, este último era negro, cosa que no importó ni importa, ni importará nada en nuestra familia, a pesar de que en Rubio en esos años se sabía que la primera persona de color había llegado al pueblo el mismo año que pasó por allí el primer avión, eso fue en 1912.
                Mi abuela hacía milagros para mantener y educar esa escuadra de niños, ella sola, en su desesperación y siendo una mujer religiosa, acudió a un cura que había en el pueblo y este le dijo que el Señor había mandado a los generales López Contreras y Medina Angarita y que estos habían inventado una cosa que se llama “Becas”, y le explicó a mi abuela lo mejor que pudo los requisitos y se ofreció a ayudarla con el papeleo y la tramitación. Hasta allí todo bien, pero sin querer le dijo que para que le siguieran dando las becas había que sacar “VEINTE”. No dijo ni diecinueve ni dieciocho y en la mente de mi abuela, VEINTE, pasó a ser el norte, el objetivo y la meta, hasta que sus hijos e hijas se graduaran de algo y ya no necesitasen ni a las becas ni a ella.
                La sentencia “veinte” cayó sobre mis tíos y tías y mi madre por supuesto y así entre los caudillos delincuenciales de la época, un marido deficiente e irresponsable y un cura, hicieron sino una “Doña Bárbara”, al menos una Doña Barbarita o Doña VEINTE.
                Severos castigos recibieron todos porque para ellos era una tragedia sacar dieciocho o diecinueve, sabían la que se iba a armar por no hacer lo que había dicho el Padre Timoteo, era solo Veinte.
                Un día, el tercero de los varones, había terminado todo con VEINTE y unos profesores y amigos le brindaron en el fin de curso unas cervezas. Mi abuela lo vio saliendo del Bar y empezó a perseguirlo, primero andando, después al pasitrote y después corriendo. Ya dije antes que mi abuela era muy religiosa y para ella la caridad era un mandamiento, había una señora que era algo así como la loca del pueblo y ayudaba a mi abuela a cocinar y a limpiar a cambio de comida y cama en su casa, y esta señora se acostaba sobre la mesa de la cocina a dormir que por supuesto era para las doce personas que vivían allí. Mi tío entró corriendo por la cocina y la mesa donde estaba acostada la señora obstaculizaba su huida y ya en la persecución mi abuela había agarrado un leño de la calle. Mi tío brincó sobre la mesa, pero lamentablemente, el era el más pequeño en estatura de los cinco y golpeó sin querer a la señora loca que se levantó a medio cuerpo, como en las películas de Drácula de Bela Lugosi y se encontró a mi abuela enfrente con un leño en la mano y furibunda. La detuvo y le dijo con la mayor candidez y bondad:
                -No siga doña Pastora, que acaba de pasar una ánima bendita y me pisó el rostro.
                Esa señora salvó con su sincera salida a mi tío de un zurra, porque borracho, era para ella igual a escritor o músico, gente que hace eso porque es incapaz de sacar VEINTE, y poeta era ser lo anterior y además para actualizar la terminología de esta época extrapolándola con aquella, mas “gaycito”.         
Todos mis tíos y tías  tuvieron becas y todos se graduaron de algo. Todos los varones menos el último y todas las hembras menos la última, fueron normalistas y retribuyeron sus becas dando clases en distintos pueblos y ciudades, porque tuvieron que emigrar de los Andes al Guárico y de allí a Caracas, empujados por los límites de la educación en cada zona, los Andes Primaria, el Guárico Secundaria y Caracas la Universidad. Todos pagaron su servicio Civil y de los varones dos siguieron la carrera militar, uno en la Escuela Naval y otro en la Escuela de Clases de la Grita.
La disciplina y la abnegación de mi abuela dieron sus frutos, pero tuvo un costo alto también, los hizo buenos estudiantes y trabajadores, buenos padres y madres, pero ante una educación tan espartana, les costaba a todos disfrutar cosas distintas al estudio y al trabajo, a sentirse culpables de la menor diversión y al mismo tiempo, no quisieron repetir el mismo método con la siguiente generación, la mía. A Dios gracias.
Yo disfruté del amor solícito, constante e incondicional, de mis dos abuelas, de una bisabuela, de todas mis tías y tíos, de mis primas y primos mayores. Eso fue magnifico para mí, aunque más tarde aprendí que como decía mi abuela Pastora, todo tiene, lamentablemente un costo y las pérdidas, de tres de mis abuelas, de tres mis tías y de mi madre han sido igual de dolorosas, es muy duro quedarse huérfano siete veces.
Sé que no tengo el derecho de fastidiar con historias familiares ni con casuísticas, ni sacar conclusiones generales de un caso singular y particular como lo es mi familia. Pero me he permitido esa libertad para hacer más fácil la similitud, mi abuela Pastora fue como la mamá de mi compañero Ángel Bellorín y mi madre, mis tíos y tías fueron unas personas fueron como él.
También me hace evocar el artículo de mi hermano Ángel, a mi general Narváez Chacón. Hay un dicho muy real, pavorosamente real: “Un niño huérfano de padre es medio huérfano, un niño huérfano de madre es huérfano entero”. Un gran piloto, un gran ingeniero nuclear, un hombre con el corazón de oro. Yo fui el primogénito de mi familia, si algo le tengo que agradecer a la Fuerza Aérea, fue darme ese hermano mayor. Hoy en día está en un exilio no forzoso explícitamente, es un tipo que hace lo que tenga que hacer por el bien de su familia con las desventajas de estar “sobrecalificado” y si tiene que trabajar en trabajos “subcalificados” pero decentes, lo hace. Eso es más digno y mejor que el Apartheid implícito en el país por lo que él dio todo.
Me  viene a la mente mi Capitán de Navío Pedro San Miguel Zatarain, hijo de vascos y como tal seguidor de esa tradición vasca por excelencia que es sacrificarse por Venezuela (Bolívar, Anzoategui,etc, etc, etc) Hombre consecuente y leal, ejemplo en mar y tierra, comandante del Buque Escuela, señor del viento y las corrientes en los siglos XX y XXI, cuyas luces que nuestro sol tropical tal vez no dejó ver, alumbran los siete mares desde el Mar de Irlanda y del Norte.
Me acuerdo de mi Coronel Juan Nicolás Lara Pérez, tremendo ingeniero aeronáutico, amante padre de familia, luchador zuliano, quien entró en la EAM con una experiencia laboral y una ética de oro, ya que ayudaba a su familia trabajando desde muy pequeño en el Mercado de las Pulgas en Maracaibo.
Recuerdo también el caso del Capitán de Navío Espinoza Cohen, bendita sea su memoria, mi compañero de la Armada, cuyo caso está intermedio entre el de Ángel y del general Narváez, un hombre de salir adelante y enfrentarse optimista a las peores circunstancias e inspirar y hacer reír a los demás. Un hombre de la barriada más popular de Caracas, un hombre de la mayor clase.
Me viene a la memoria la infancia barinense de Fernando Falcón, ingresado en la Academia Militar con quince años, a quien las adversidades le han parecido siempre olas para surfearlas, quien al igual que Ángel y otros de los hoy nombrados, estudiaron su primaria en esas Escuelas llamadas “Repúblicas” que hizo el general Medina y que luego el Dr. Luís Beltrán Prieto Figueroa con sus planes de estudios, trató de crear un sentimiento de “valentía moral”, en los jóvenes que se balanceara con la “valentía física” que se enseña en las Academias Militares y en todo cuartel, navío o base de Venezuela. Era muy difícil que en las Academias Fernando y Ángel no tuvieran problemas, ¿Cómo no iban a tenerlos? Si los trataban como a unos “nuevos”, después que habían sido “ministros de sanidad, de justicia y hasta presidentes”, en esas escuelas donde habían dado clase mis tías y tíos.
Rememoro el caso de mis compañeros José Alí  Jiménez que salió de Cumaná, de mi paisa Carlos García Contreras de San Cristóbal, de Dennis Hernández Bravo de Cabimas, costa Oriental, tipos que se crecen en las peores y prefieren el anonimato y no pedir nada en las mejores. Uno, tremendo padre de familia y trabajador  incansable en ese Estado amado, como lo es Sucre.  El otro, tremendo abogado en la zona andina, el tercero, debe estar como Tío Conejo, fajado en algo.
Veo la imagen de mi compañero General de Brigada  Héctor Rodríguez Brito, quien desde Carúpano le puso una vida de dedicación a la Guardia Nacional y a todo el país. No quedándose ahí porque ayudó a todo el mundo que pudo, en otros cargos dentro y fuera de su fuerza. Con él me encontré en la clínica más importante de Caracas, trabajando en seguridad. Le dije a mi esposa que si yo tenía un accidente, o el hampa me  hería, que no perdiera el tiempo y me llevaran a esa clínica, ella me dijo:
- pero tus doctores no trabajan ahí.
Le contesté que no importaba porque allí iba estar Rodríguez Brito y que con eso sobraba para salir bien de cualquier trance.
Cómo no traer al presente el caso de muchos subalternos de Maracay, de Trujillo, de los Valles del Tuy, que me hacen sentir orgulloso de haberlos conocido.  Ellos saben por qué no los voy a poner de ejemplo aquí. Ya los han fregado lo suficiente.
Para el contraste del artículo de Ángel sacaré como muestra un botón: Bernardo Jurado Capecci. Capitán de Navío, Comandante de dos buques, de una las Fragatas modernizadas en Pascagoula EEUU, dos masters, profesor universitario, su único acto de cobardía conocido fue pedir ser comandante de cualquier cosa que flotase con tal que no lo pusieran detrás de un escritorio y le dieron un buque de transporte, cosa que de inmediato aceptó. Declarado en cadena nacional enemigo del pueblo. Logra llegar a zona neutral  de allí se va a los EE.UU y allí, a pesar de hablar inglés como idioma materno porque su padre fue un insigne caballero del mar, de la cultura y de la historia. Tal vez por su acento británico también lo consideraron “sobrecalificado”, y sin perder un átomo de dignidad, fue obrero de la construcción, bedel (janitor) de oficinas en horario nocturno y hoy en día es escritor con libros en Amazon (los que recomiendo sin reserva alguna), productor de TV y hombre ancla con un segmento propio en el mejor programa de noticias del sur de la Florida. (No puse el anglicismo “Anchor man” porque en la Marina de los EE.UU, se les llama así a los últimos de cada promoción y no voy a ofender a este lobo de mar  con un gazapo de esa naturaleza).

Parte II
¿Qué tienen en común todos esos oficiales con los miembros de mi familia que he traído a colación en este relato?
Que todos sin excepción, han sido un factor y un ejemplo motivador y más allá de eso, le han dado a uno un empujón “cuando la duda lo ha asaltado a uno y ha titubeado la fe”.
Desde abrir este blog, hasta regresar a la universidad y todo lo que está en el medio.
¿Y qué tienen que ver todos esos oficiales y todos esos familiares con el artículo de Bellorín?
Que estamos en un circunstancia donde personas como la abuela Pastora, la mamá de Ángel y todos mis  compañeros y hermanos,  tal vez no podrían hacer lo que hicieron ellas y ellos  por mí.
No solo es que uno de repente, sea más quedado, sino que las condiciones son terriblemente adversas, si nos basamos en los estudios que ha realizado sobre el tema, la Universidad Andrés Bello sobre la pobreza.
Si toda la gente en los barrios fuesen como mi familia y mis compañeros, e inclusive mejor que ellos, con todas los valores y ética de trabajo del primer mundo, nuestra sociedad solo les permitiría salir de esa condición, haciendo todo lo correcto al ¡¡5% de ellos!!!!!

La segunda ley de la termodinámica parece ser peor en el sistema cultural social venezolano que el ciclo de Otto, que como sabemos, pocos motores se han logrado que den un rendimiento práctico mayor del treinta por ciento. El ciclo de vida cultural venezolano tiene más entropía artificial que cualquier motor de la carcacha más vieja que vemos en nuestras calles y eso no puede ser gratuito, ni fortuito, ni natural.
Entonces, el cambio gradual, educativo sería como en la fábula, la tortuga, las necesidades la liebre y el narcotráfico y el hampa serían lo que son hoy: un cohete hipersónico.
Por lo tanto, yo estoy de acuerdo con todos los planteamientos de Ángel, pero para el problema que hay que enfrentar, hay que incluir otros factores y como decía el mismo Ortega y Gasset no sólo son importantes las leyes si no los músculos de los policías que las han de hacer cumplir. (Ortega y Gasset había estudiado en Alemania también), sino muchos más.
Para complicar las cosas, las ideologías opuestas que se mueven en nuestro país, no lo han podido sacar del panorama moral para parafrasear a Sam Harris del que ha estado desde 1936 para acá.
Sigue habiendo valentía física y el pueblo apela a ella, cuando no ve valentía cívica ni valentía moral (Parafraseando a Fernando) en los que aspiran ser sus líderes. Es duro leer los libros del padre Alejandro Moreno y los artículos de gente preocupada y preparada en el tema de conducta antisocial, cuando los jóvenes en un barrio cualquiera de Caracas ven su futuro en ser hampones o policías. ¡Durísimo!!!!!!
¿Es el panorama físico de los barrios uno proclive a producir el tipo de ciudadano que  haría grande este país?
¿Es ese panorama el correcto, para como decía Isabel la Católica, uno para vivir en sana paz en policía?
Cuando la jerarquía social en Venezuela no sea la de  ser “guapo”, que es sinónimo de peleador callejero fajador, cuando la gente decente no tenga que hacer tres mil descortesías para retaliarse de otras tres mil para llegar temprano al trabajo, para comprar pañales o para conseguir un cupo en un colegio, para montarse en el Metro y pare usted de contar, entonces allí, la educación y las leyes explícitas funcionarían y como decía Napoleón con muy buen conocimiento de causa la ley de leyes es la ley natural y la ley natural en los barrios y los pueblos se basa actualmente en la posesión de las armas de mayor calibre y la predisposición de usarlas, eso trae como consecuencia que se viva en una condición de miedo generalizado y ese miedo compañeros el primer sentimiento y capacidad que anula es el de la compasión. Las leyes discretas, las implícitas reinan, esa es la “viveza”.
Las ideologías enfrentadas no han sido capaces de cambiar el panorama, posiblemente implosionen como AD y Copei y demás, como el liberalismo Amarillo, como el partido Bolivista y todos que ha tenido esta tierra. Tal vez sea por factores corrosivos de nuestra cultura y la revisión de  esto sí que requiere un esfuerzo sostenido y de todos.
En fin, esto está muy largo, quise agradecer y terminé pidiendo ayuda.
Como reflexión final, podría decir, que puede ser que en el pasado, fuese bueno poner a competir niños varones para ver quiénes serían los eunucos o no, como se hacía en el lejano y medio Oriente, puede que sería bueno poner a competir por comida a los niños con perros como se hacía en el mundo celta, pero sí estoy seguro de que eso es por donde hay que empezar. Se me hace que el día que los niños en Venezuela no tengan que competir entre ellos por coger caramelos ni juguetes como se hace en las piñatas, sino que se les dé a cada uno lo mismo con una sonrisa, no solo recibirá el que la tumbó el premio de su esfuerzo, que se le niega doble, porque es el que le está dando y porque lo ciegan, sino que desde niños se enseñara que la cooperación y colaboración es mejor que la competencia ruda y pura (ser competente no es sinónimo de compitiente), Que todo tiene su hora y su momento y que empujando a otro no da ventajas y hasta que el ser malo sea más caro que ser bueno, entonces allí, tal vez, la vida en Venezuela no sea como en la Inglaterra de Hobbes: Nasty, Brutish and Short y así sigue siendo ya en Venezuela, no solo en barrios y ciudades, sino en cualquier zona o urbanización también: desagradable, brutal y corta. Los expresidentes de Venezuela, al igual que los excandidatos derrotados se parecen mucho a los que tumban las piñatas, mucho “dale, dale, dale”, cuando tienen el palo en la mano, pero cuando lo sueltan para agarrar y se quedan fallos, “Si te veo no te reconozco” y así hasta la próxima piñata.
Es solo una idea, puedo estar equivocado, tal vez porque fui sobreprotegido por esas mujeres maravillosas y por la brillante motivación de los hombres de mi familia y de mis amigos y hermanos que he nombrado hoy.
La pequeña historia que está en este escrito no es el Gilgamesh, ni el Libro de Noé, sin embargo, sin ser Utnapishtim ni Enkiddu me parecía que era, al igual que estos relatos “Una historia digna de ser contada”, por la motivación del escrito de Ángel.
Mi agradecimiento a todos.


Martín Lon Blanco.

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