Al Buitre
Es un deber para todo militar de nacimiento o vocación,
no rehuir un desafío. Eso lo dice el Mahabarata donde se establece lo que debe
ser y lo que no. Tiene tres mil quinientos años y la civilización que lo
produjo, sigue dando muestras de notable vitalidad y éxito.
Puede ser tonto el aceptar cualquier desafío, si su
aceptación es sólo un asunto de ego y vanidad. De eso es lo que menos se trata
la profesión y vocación militar. Se trata de subordinar esa vanidad y ese ego a
una causa superior, una tan importante que no debe ser desafiada ni ofendida
por nadie. Pero nuestra parte animal, inherente a nuestra condición humana, nos
hace vanidosos y la única manera de corregir ese defecto, es a través de los
hechos, en especial de los abnegados y heroicos, sean conocidos o no.
El verdadero guerrero busca dar siempre la mejor batalla,
independientemente del resultado, que entre la incertidumbre, la niebla de la
guerra y los designios divinos hacen los resultados poco predecibles la más de
las veces y aún triunfando, pueden aparecer consecuencias no esperadas,
contrarias y terribles.
Alguien me desafió hace un año a que no podría pasar un
año sin escribir en el blog. Este es el toque de retirada que indica que la
meta fue excedida. Escribí empujado por la necesidad, una eulogia para un
admirado, amado instructor y forjador de militares de bien, a quien siempre le
estaré agradecido y era merecedor de que incumpliera cualquier compromiso de
esta naturaleza.
La ayuda de los amigos del Facebook hizo innecesario que
la publicase en mi blog. Estos amigos trasmitieron los aullidos para los lobos,
los rugidos para leones y tigres, los graznidos para las águilas, halcones,
zamuros y buitres, porque él, mi instructor, era en esencia uno de ellos y para
esa manada trabajó siempre, aunque los alumnos fuesen a otras especialidades,
inclusive la médica. Mi instructor no era el Sai Baba, ni se dedicó nunca a
formar patos echados, ni santones, ni corderitos.
¿Qué puede valer la pena
para reiniciar los escritos para el blog?
Un amigo, el Todopoderoso y el destino me la pusieron muy
fácil.
Me dijeron dónde podía interceptar y sorprender a una de
las personas más excepcionales que tengo el honor de conocer en este tránsito
entre dos suspiros que es la vida.
Aún en este purgatorio-infierno que es la situación del
país y de estar todos bajo el tormento de aquellos que deberían velar por
nuestras canas y no agotan esfuerzos de convertirnos en zombis o en momias que
no echen vaina y buscan humillarnos ante burócratas, que proclaman que sus líderes
muertos de verdad siguen vivos y nosotros, sus súbditos que no clientes, aunque
vivos nos tratan como muertos.
Pero bueno, esos chupatintas, diseñadores de oficios,
creadores de memoranda, cuentadantes y contralores, no son el objeto de este
escrito, sino una persona con quien todo buen militar puede sentirse como un
potentado aunque en menor escala, claro está, que él mismo. Con él, mi cuenta millonaria del
salario de emociones no está, ni estaría nunca devaluada ni vacía.
Pero, esas pruebas, las de ahora, sirven para exponer al
sol los defectos de la vanidad, para que se sequen y se aireen. En el proceso
de momificación con el que la sociedad venezolana embalsama como el Doctor
Knoche, a los oficiales retirados y profesionales retirados, uno de los pasos
más importantes es la santificación de la víctima y por lo general, esta
colabora. Todo lo que hizo fue bueno, nunca pasó nada malo, todos eran buenos,
pero al final, todos pierden como los que mueren sin confesión. Todo sigue
igual.
Yo debo confesar que le tuve envidia sólo a tres hombres
en mi vida: Isaac Newton, Umberto Eco y a Polidoro Tallaferro Delpino.
No era sana emulación, que es una envidia buena que
propele a la justicia y al progreso.
No, era de la verde, de la mala, que aunque se lograra la
Cátedra Lucasiana en Cambridge, nunca se podría pensar y menos escribir los
Principia Matemática, ni el Péndulo de Foucault ni la carrera operacional del
Buitre.
Al llegar al Grupo Aéreo de Caza Nº 12, el general
Tallaferro era el segundo comandante. Como aquellas cosas que dependen de la
suerte y no sobre las que no se tiene control, se había producido un vacío de
continuidad y las promociones del 70, 72, 73 y 74 no habían hecho la transición
a las unidades de caza. Los habían mandado a hacer un curso parcial de vuelo a
la USAF en el T-37 y el T-38. A la promoción del 75, la habían dividido en dos
mitades y mandaron a treinta a hacer el curso completo en la USAF, tanto de
T-37 y T-38. A la otra la dejaron en Venezuela volando Jet Provost y T-2D.
Sin que dependiera de ellos, no era su culpa, ni
responsabilidad, los de la promoción del 75, pasaron a ser los sortarios y
privilegiados, por las deficiencias del propio sistema, dado que los problemas
logísticos del Sistema F-5 reducía su disponibilidad y era atractivo producir
más pilotos con menos gasto de horas de vuelo.
Las promociones antes nombradas no tenían pilotos en el
Grupo 12, los de la 76, tenían dos solamente porque habían sido enviados a
cubrir las plazas de dos descartados de la promoción que los antecedía y
después venían los de la del 76 graduados en Venezuela con T-2D y Jet Provost y
después la mía, la del 77 con dos adosados de los del 75, uno que había sido
descartado en USA y otro rezagado por comandar tropa. Situación incómoda tanto
para ellos como para nosotros. Había un miembro del 75 nacional, pero no había
volado tampoco.
Se formó la “Cola”. Se formaron castas en base a
criterios no universales. La experiencia de los problemas de metabolización de
la Fuerza con el tamaño de las promociones, el proceso “o nadas o te ahogas” de
formación de pilotos y la falta de la promoción científica generalizada de cada
sistema de armas, eran problemas que terminarían acabando no sólo con nuestra
Fuerza, sino con una idea o proyecto de democracia liberal occidental.
Para aquellos que la carrera militar aeronáutica era la
prioridad, que les habían quitado el vuelo en la EAM para recibir una
“licenciatura”. Que ni esperaban ni deseaban, llegar al Grupo 12 para ver de
lejos los F-5 y comandar tropa era demasiado pedir. Peor aún, con la
impaciencia e inmadurez de la edad y de ver y sufrir las fallas sistémicas en
el proceso de formación de pilotos. La EAM había fallado en inculcarme ser
general o comandante general, lo mío fue ser gregario, líder de elemento, líder
de escuadrilla, líder de escuadrón y líder de grupo, instructor de vuelo,
piloto de prueba y lo demás era sólo eso, lo demás. Mis ambiciones
intelectuales orbitaban la producción aeronáutica. Eso era, para mí,
suficiente.
Había pilotos excelentes allí. De eso no hay duda. En la
aviación de caza la Selección Natural es implacable. De hecho, las fallas
logísticas de los no pilotos, y otros que lo eran o habían sido, pero que
habían desertado y reaparecían de generales con la braga de vuelo como un traje
cocktail de mujer: con el cierre pa´tras. Estos hacían posible que hasta se
mataran algunos pilotos sobresalientes, esto era así en toda la FAV. Ellos
habían creado la “cola”.
Es normal y lo era entonces, que los pilotos bisoños
investiguen la trayectoria los pilotos paradigmáticos. Y de lo que se veía, se
oía y se leía, emergía como Godzilla o Mazinger Z, la figura de Polidoro
Tallaferro Delpino.
Su personalidad era distinta. Un hombre sencillo,
estoico, encarnación de la templanza y la mesura. No era hombre de excesos en
nada. No daba ningún mal ejemplo, no se le podía intuir ninguna falla ni falta.
Austero en la bebida y la comida, 100% dedicado a la carrera aeronáutica
militar. Era el Arístides
ciertamente del Grupo 12 y probablemente el de la Fuerza Aérea.
Para un subteniente ansioso de volar aviones de caza,
comandando tropa (algo muy digno pero no mi vocación y si hubiese sido el caso
hubiese sido un placer en un batallón de tanques, de cazadores o de paracaidistas
en el Ejército). Sí, era una fuente de envidia y la calma que recomendaba
parecía irreal, si se contrastaba con su propia carrera en la aviación de caza,
a todas luces ininterrumpida, continua y fulgurante. Pero la envidia de un
subteniente cazador es inocua para un piloto comandante, pero repito:
probablemente lo era de toda la Fuerza, como lo probarían los hechos futuros,
que sustentan mi teoría y exposición.
Pudiésemos hacer un estudio detallado de su carrera
operacional, pero jamás sería tan exacto ni tan emocionante que oírlo o leerlo
del propio general Tallaferro o de los que volaron con él desde el principio.
Me limitaré a algunas cosas que yo hubiese deseado hacer y no pude y tal vez
aún no puedo. A cosas que yo creo que sólo las hubiese podido hacer él (Dios le
de larga vida y salud) y tal vez el Gallo, Águila, Toro, Gaucho, Trueno,
Mapache o Rodríguez Barniz, descansen todos en paz y tal vez alguien que por su
propia humildad y sencillez, después de cuarenta y cuatro años, yo no sé o
aún no conozco. (De ser el caso, pido
perdón de una vez)
Sé que voló en la EAM y se graduó, en 1960. voló 230
horas a hélice, Champion, T-34 y T-6.
Doce fueron a la aviación de caza. Para el Buitre el mejor piloto de su
promoción fue José Eugenio Vivas Vega. Así sería no sólo para que lo afirme su
compañero como lo hace, sino para que un superior, ayudante del comandante
general, ofrendase su vida por ir a rescatar su cuerpo. Honor a los dos.
Después vino la propulsión a chorro. Vampiro, Venom y F-86 F. Después de lo que
voy a contar, pasó a ser “Señor F-5”.
Hizo cursos de este avión, el Sabre, en la USAF, en La base Nellis, sin
manchas, errores ni incidentes. Pero hubo dos personas que se fijaron en las
características y personalidad del Buitre: El General Robayo y el general
Merlina Godoy, uno mayor para ese tiempo y el otro capitán. Debo decir que mencionar
esos dos nombres juntos, todavía me conmueve como un terremoto. Tener la
aprobación de esos dos hombres convergentes en un piloto, vale lo que valen
todas las condecoraciones del mundo. Nada mejor que eso, salvo ser piloto de
pruebas en una gran compañía, astronauta o tener cinco derribos aéreos en
cualquier guerra por ahí. Mucho más que soles, estrellas solecitos o cargos de
la burocracia militar.
Fue miembro de varios equipos acrobáticos, uno de los
cuales voló desde Libertador hasta Perú, con escala en Palanquero, Colombia, en
F-86F. El Líder era Águila, Carlos Pinaud Arcila (Gran piloto QEPD), el Gallo
Merlina, Díaz Vega y Buitre. Para los 100 años de Batalla de Ayacucho.
Cuando la FAV sólo tenía F-86, en 1964, el general Robayo
Quintero, entonces Mayor, seleccionó a dos pilotos un capitán y un teniente, a
evaluar estos sistemas:
Mirage III.
Lightning.
Drakken J-35.
F-86 K.
Fueron a Mont de
Marsan, el Gallo y el Buitre, les entregaron los manuales del Mirage tres y les
dieron tres días. Después un vuelo en el simulador. ¡Una misión de 30 minutos
en doble comando y los soltaron sólos! Hicieron hasta interceptaciones con el
radar Cyrano. Tengo humildemente casi mil razones para afirmar que eso en el
mundo, lo pueden hacer muy pocos, en realidad, casi nadie. El buitre se acuerda
todavía de la velocidad en paralela en base y en final, 220, 200,185 nudos más
combustible.
De allí a Wharton en
el Reino Unido.
Los manuales, tres
días en el hotel encerrados. Un doble comando sin simulador porque no había y
¡a volar sólos!!!
Un avión con dos
motores uno sobre otro con 36.000 libras de empuje, un avión enorme y
poderosísimo, un sueño de un piloto de caza con un país con todo el dinero del
mundo para pagarlo.
El buitre se acuerda
todavía de la velocidad en paralela en base y en final, 220, 180,160 nudos.
De allí a Suecia.
Los manuales, tres
días estudiando, pero por regulaciones políticas, desde la cabina delantera.
Un avión que por su
ala delta romboidal podía armarse hasta los dientes, un sueño de avión.
El buitre se acuerda
todavía de la velocidad en paralela en base y en final, 220, 200, 165 nudos.
De allí a Alemania a
evaluar el F-86 K, sin volarlo.
Un sistema completo:
Radar de interceptación, sicodena C3 I, primer misil infrarrojo (Sidewinder B)
y radar en el avión. Sistema de electrónica de tubos pero un sistema completo e
integrado de tal manera que no se ha podido hacer algo equivalente en el país y
salvo Brasil, Argentina y Chile, en la América Latina.
Allí tuvo la primera
experiencia con un perro de la guerra que le ofreció a él y al Gallo un
Mercedes Benz. Estos le pasaron la novedad al general Jefe de la Misión quien
pateó al canino bien lejos de los pilotos de caza de la FAV.
La adquisición del
sistema fue muy posterior y nada que ver con esta evaluación del Gallo y el
Buitre y que dicho sea de paso, hubiese sido un éxito si la mentalidad de la
FAV no fuera tan parroquial como ha sido y lo es hasta ahora. Después los
ochenta aviones que se trajeron, los vuelos de prueba les tocó a Gilbert
Guerrero (QEPD, lástima no haberlo conocido), al Gallo y al Buitre los últimos
treinta y siete.
¿Qué no hicieron el Gallo y el Buitre con la
Luftwaffe y la USAF en Alemania?
Hicieron hasta de
blancos para interceptación de los F-104 y ellos interceptaban los aviones
alemanes también.
Un 10 de Diciembre,
la primera vez que se voló un rombo de nueve a chorro (se había hecho en T-6
antes) con F-86 K.
El líder fue Águila. En el centro del rombo de nueve o diamante,
estaría el Buitre, pero al entrar para decolar, se le desprendió un tanque
auxiliar de combustible. Buitre le informó a Aguila, este colocó al reserva en
el puesto de Buitre y a este lo nombró reserva. Fue a rampa, cambió el avión y
despegó y se fue a orbitar a 14.000 pies sobre Villa de Cura, los otros aviones
estaban en Valencia esperando para desprenderse.
Hasta ese entonces,
los comandantes de Fuerza eran los únicos que hablaban, ese día, el primer acto
de Rafael Caldera como presidente, decidió hablar. El acto era en la Base Mariscal Sucre. Los aviones hicieron su pasaje pero ya
estaban unos en Mango (bajo combustible) otros en COCO (Combustible mínimo de
emergencia). Una frutería completa en el aire.
Como si fuese poco
con 3200 libras de combustible indicados, el F-86 K del Buitre se apagó. Hizo
de seis a ocho intentos de reencendido en el aire sin éxito, a todas estas,
volando hacia el punto alto con 200 nudos de velocidad indicada. Cantó la
emergencia, el oficial y el suboficial de torre advirtieron a todos los aviones
en el aire.
Llegó el Buitre al
Punto alto, configuró el avión y con 180 nudos empezó a buscar punto bajo, de
allí a base y a final con 150 nudos tocó del lado derecho de la pista 09 y se
quedó allí, los otros F-86K y F seguían tocando del lado izquierdo otros, Venom
y aviones a hélice tocaron en la pista inconclusa en el taxiway, en la rampa.
Total un pandemónium. Buitre fue reconocido por todos menos por el Comandante
de Base que era el comandante del desfile. A pesar de ser de Puerto Cabello, el
Buitre, lo que le sobraba en capacidad operacional le faltaba en destrezas
sociales culturales venezolanas tradicionales, por lo que ese problema no se
solucionó ni se maduró con el paso del tiempo. Esto traería graves
consecuencias para la aviación de caza y para la Fuerza, que no para el Buitre
cuyas aspiraciones militares operativas lo ponían por encima de los
ambicionados cargos burocráticos. No era el Buitre, ni lo fue, ni lo es, un
cultor del poder.
El peor recuerdo del
Buitre puede ser la razón de su fugaz paso por el grupo de Entrenamiento Aéreo.
Un General fallecido hoy en día, era coronel y no era el Comandante de
Entrenamiento Aéreo pero era más antiguo que el Gallo y se empeñó en que se
hiciera una demostración acrobática en Caracas en el T-2D. Se lo sugirió al
mismo Buitre, quien ni siquiera había volado sólo el T-2D, este recomendó un
pasaje en cuña y algunos pasajes más sin demostración acrobática. El Coronel
impuso su autoridad y la demostración recayó en el Teniente Gómez Osorio, quien
llevaría al Tte. Genaro García Castillo en vuelo de demostración, Capitán Daniel
Baute Noguera de líder y Capitán Carlos Castillo Losada con el Buitre en la
cabina trasera. El resultado fue la pérdida de los tenientes Gómez Osorio y
García Castillo.
El coronel antiguo
huyó hacia adelante, esperando a que Buitre bajase del avión para decirle que “que
bolas tenía él”, la intervención de otro coronel aún más antiguo le salvó la
dentadura al irresponsable y la carrera del Buitre, quien fue mandado de vuelta
al Grupo 12 de una vez.
Fue también
evaluador del F-16 acompañando al general Maximiliano Hernández Vázquez y el
Capitán Arnaldo Certain en una evaluación directa que quiso hacer el comandante
general.
Pero así como no hay
peor cuña que la del mismo palo, también Dios protege al inocente. Primero, el
comandante de compañía de cuando era cadete de primer año corrigió la
injusticia final de su ascenso a general. Otro piloto legendario de Sabre F-86
F, Jesús Aveledo Penso (Pirata), con una gran trayectoria como piloto de
bombardeo en Canberra, lo propuso para general de división junto con el General
Juan Carlos Zarate (Piloto de transporte excepcional y legendario), quien era
su compañero. Buitre prefirió ir a la agregaduría aérea en Francia (en el
fondo, habiendo sido junto al Gallo los primeros venezolanos en volar Mirage,
tenía su corazoncito Miragero). Pero el entonces presidente Lusinchi decidió de
otra manera. El que fue a Francia fue el General Zárate.
En el chat de
nuestra Fundación leí a unos oficiales no pilotos quejándose de las injusticias
de la vida porque no habían sido comandantes de una unidad de caza ni
comandantes generales. ¿Creen que lo hubiesen hecho mejor que el Buitre nada
más en las mismas situaciones que les estoy contando?
¿Creen que siendo
“gerentes” (tengo dos masters en gerencia por sí acaso) habrían manejado la
crisis del Caldas con todas sus consecuencias como el Pirata?
Yo se que yo no, ni
creo que otros lo hubiesen hecho mejor que los dos casos específicos que traigo
hoy. Pero si mantengo vivo el árbol de la virtud militar, ahora que la envidia
la ha marchitado tiempo, debo reconocer que el ejemplo del Buitre, y de los
demás pilotos nombrados aquí debe regarse y recordarse. Debe dejarse algo a la
posteridad si es que alguna vez nuestro país ha de salir del marasmo del loop
eterno en el que está, desde antes de que entrásemos en la EAM y cuyos defectos
sólo se han exacerbado hasta el día de hoy.
La envidia del
subteniente es la admiración del general. Ya no soy el subteniente frustrado
por no volar, que quería ahogar esa frustración con licor, ni aprovechar la
soltería barquisimetana, creo que he madurado algo, pero no pretendo decir
ahora que fui un santurrón ni que nadie merece autobeatificarse, justificando a
trocha y a mocha su paso por la organización.
Yo me subordiné al
Buitre y a tantos otros, no sólo por una exigencia de la ley o una conveniencia
personal. Ellos representaban algo digno a lo que dedicarse de cuerpo y alma,
era una dulce y gran obligación y deber, pero hoy me subordino a esos hombres,
más que por lo que representaron, por lo que son y siguen siendo. No tiene nada
malo y todo muy bueno porque reconozca tarde o temprano que fueron mejores que
yo en unas cosas (la mayoría), iguales en otras como el deber común, pero que
aún hoy me siguen enseñando y yo sigo aprendiendo.
Alguien podría
decir: en ese escrito hay puros pilotos. Sí.
En otros hablaré de
algunos especialistas, que hubiesen sido excelentes comandantes generales y
excelentes ministros y no lo fueron porque tenían en el corazón la misión
operativa de la FAV y tenían aún más grande el corazón noble del piloto de caza
del que hablase Adolf Galland.
Voy a darle un
palazo al avispero y voy a nombrar por ahora tres:
Vladimir Flores
Zerpa (Proyecto Diana)
Jordán Silva (el
único Kiwi ganador de un Óscar, Cargas externas Mirage, Proyecto Grifo)
Gabriel Chacón
Quintana (mejor comandante que he tenido)
Por último, compartí
y comparto siempre con el Buitre la visión Wellingtoniana del apoliticismo
militar. Se pueden tener simpatías, inclusive intereses, pero la nación está
por encima de eso:
“Los soldados ni
aplauden y pitan. Siguen a su general, pierdan o ganen la batalla.”
El Buitre y yo
compartimos muchas cosas, pero por lo menos pudimos hacer lo que aspirábamos ser
cuando entramos en la EAM, pilotos militares y más nada. Eso fuimos.
Tengo mil historias
que contar de hombres exitosos y brillantes, superiores, compañeros y
subalternos, pero la sumatoria de nuestros esfuerzos no fue suficiente para que
el resultado total fuera el deseado. Negar esta derrota grupal o colectiva es
negar la realidad y de cómo se llegó aquí, si no se reconocen las causas, no se
cambiaran los efectos. No es autoflagelación, hicimos lo que pudimos, fortuna
lo que quiso.
La trayectoria de Polidoro
Tallaferro Delpino, Buitre, es uno de aquellas a las que todavía vale seguir de
ejemplo.
Martín Lon Blanco.
Caracas, 9 de julio de 2016