lunes, 18 de julio de 2016

Escritos de un Teniente Coronel

TRAGEDIA NACIONAL.

Ya, al final del primer mes del año 96, las resacas del alcohol navideño se han disipado y la gente regresa a las dietas para perder el exceso de peso ganado en honor de los pacíficos hombres de buena voluntad, otros, pasaron las mismas penurias que el resto del año, pero con una actitud más esperanzada y ahora pueden regresar a su pesimismo. Terminó el año de 1.995. Con él se fueron toda una serie de rumores y predicciones con las que la mayoría de la gente materializa su angustia ante la cambiante situación en la que nuestro país al igual que todos los demás del Tercer Mundo, da tumbos tratando de insertarse en una economía mundial que garantice a los ciudadanos las ventajas tecnológicas de este siglo, que son a fin de cuentas, las que aumentan la calidad de vida, haciéndola más llevadera, larga y productiva. Hay un combate planteado: Unas naciones tratan de lograr aumentar su nivel de vida, las otras, las que ya lo tienen alto, tratan de mantener esa ventaja. La situación de los países subdesarrollados para llamarlos de algún modo, se asemeja a la del adolescente que debe obtener de su madre lo que necesita para subsistir y divertirse. Los países desarrollados por el contrario, en un estadio adulto, son capaces de mantenerse por sí mismos y de sus emolumentos y ganancias contribuir con su progenitora. Esa madre en ambos casos, es la nación. Los países escasos de tecnología extraen inmisericordemente su existencia de la tierra, mar y entrañas de sus naciones, haciendo la vista gorda del daño que a largo plazo esto pueda traer, hay que resolver problemas inmediatos, tanto nacionales como individuales. En los países del primer mundo ya no hay mucho que extraer, tampoco hace mucha falta, el sentimiento de culpa hace que se trate de retribuir al ecosistema, parte de lo que se le robó en el pasado. La brecha tecnológica entre estos mundos es abismal y sigue creciendo, dos ejemplos: la fibra óptica está sustituyendo poco a poco pero inexorablemente al cobre, la luz del sol ya mueve vehículos, el peor escenario lo planteó Carlos Fuentes hace ya algunos años: los países del Tercer Mundo vamos a ser prescindibles y los países del Primer Mundo sólo colaborarán con nosotros por altruismo.
La crisis nacional pues, a pesar de tener múltiples causas, tiene su centro de gravedad en dos factores: es la sumatoria de las crisis individuales de muchos pobres, estos pobres carecen de destrezas competitivas para vender su trabajo en áreas donde la retribución al mismo pueda ser lo suficiente para subsistir y dejar algunos excedentes para el mejoramiento del nivel de vida en el sentido material y también en el espiritual. Umberto Eco vió y expresó una gran realidad: cuesta muy caro tener un alma, porque esta pide buenos libros, bien sean de Kafka, Juan Pablo II o el Mahabaratha, buenos discos compactos bien sean de la Filarmónica de Viena, de la Orquesta Juvenil de Venezuela, las Cantigas de la Virgen María de Alfonso X El Sabio o de Ravi Shankar ; y además excedentes para colaborar con aquellos con los que se quiere compartir una cultura y no tienen el electrónico para pagar, lo que antes se denominaba metálico.
A pesar de todos los enunciados Malthusianos, una pobreza del ochenta por ciento difícilmente se produce en una generación ni en dos o tres quinquenios. La ausencia de destrezas laborales no puede relacionarse linealmente con la existencia o no de un sistema educativo sino a factores que a simple vista parecen superficiales pero que a la larga demuestran su gran valor: la motivación intrínseca que le da a las personas la percepción de que se está avanzando y que se está mejorando y la extrínseca que es la que se recibe directamente como un mejor sueldo, mayores opciones y mercados donde sacar provecho de esas destrezas.
El segundo factor es la desconfianza en la capacidad individual para aprender nuevas cosas y desconocer o no tener el lugar donde aprenderlas. Esto crea desconfianza en el futuro que primero causa insatisfacción y luego en algo peor llamado desilusión.
El estado de angustia y desilusión personal se contagia y la tensión crece en una espiral donde hay una necesidad de malas noticias para mantener el estado de crispación emocional que tuerce los esfuerzos que deben dirigirse al estudio práctico y al mejoramiento hacia la violencia en la familia, en la calle y todo lo que represente o parezca representar el orden social donde el desesperado se mueve.
Esto lo sabe casi todo el mundo, pero a diario se olvida. Lo peor de esta crisis, si no de todas, es su expresión emocional. por el sendero usual que es el de la agresión. Por lo tanto, siempre serán importantes para una sociedad aquellos hombres que tratan de poner las cosas en términos racionales. Tal fue el caso de José Ignacio Cabrujas y Juan Nuño.
Sólo se es irónico con aquel enemigo que no quisiéramos que lo fuera, con aquel amigo que defraudó su rol, en fin, de todos aquellos de los que por alguna razón esperábamos otra cosa. Pero la ironía a diferencia del sarcasmo, requiere de inteligencia y cultura y más aún, buena voluntad que está subyacente bajo la insatisfacción del irónico, de hacer ver a quien está dirigida la ironía, la situación con metáforas o asociaciones de cosas dispares que hasta metafísicamente se unen para dar un mismo mensaje. El enfoque emocional es un fracaso. Es un fuego fatuo de violento comienzo y súbito fin. El enfoque racional con sus pros y contras es más lento pero mucho más efectivo y eso fue lo que por mucho tiempo trataron de compartir con nosotros, Nuño y Cabrujas; dar un enfoque racional a la vida nacional, trabajando cada una de sus partes más importantes: los ciudadanos., su método era tratar de exponer para convencer, sin coaccionar , esto es la diferencia principal entre los hombres que conocen el valor de la libertad, buscan el bien poco a poco, con paso seguro versus los que sueñan un bien percibido individualmente y lo quieren imponer a la fuerza a otros, negando su condición humana de decidir. La ironía era inevitable porque aún refunfuñando era casi imposible no discernir que debajo de todo aquello había un amor muy grande a la vida, a la gente, al país. No podemos decir que estuvimos de acuerdo en todas y cada una de las manifestaciones de la visión del mundo de estos hombres, pero en todos se notaba a pesar de la contundencia de algunas afirmaciones el enorme peso de la tolerancia , del valor tremendo de la confrontación pacífica y académica de las ideas, no de las que ellos consideraban importantes sino de todas y de cualquiera. Sus escritos fortalecían la individualidad del hombre común para hacerlo mejor en el conjunto de la sociedad en que le tocaba vivir, para darle mejores aportes a esa sociedad que a su vez habría de producir mejores hombres.
Ellos parecían saber que en medio de esta crisis, viéndolo retrospectivamente, que la vida iba a seguir su curso, que algunos seguirían indiferentes tomando cerveza frente al televisor disfrutando el kitsch de los sábados, que otros se pondrían violentos como avatares robespierranos y que también habrían otros que seguirían trabajando y criando sus hijos de la mejor manera a su alcance corriendo a través del inmenso campo de obstáculos humanos creados por la desilusión y el pesimismo de la mayoría y que estos, en medio de las posibles catástrofes seguirían sembrando y cosechando como los campesinos normandos durante la ocupación alemana en la segunda Guerra Mundial, o tratando de llevar una vida como los habitantes de Sarajevo antes de la firma de los acuerdos de paz. Sabían de una forma u otra que todas las formas de violencia solo retardan el momento en que los hombres deben mirarse en un espejo y decidirse a realizar aquellas tareas pequeñas y rutinarias, características de una vida normal, que ya sólida y productiva, suele ser el trampolín a mejores oportunidades, sabían y aceptaban no muy a gusto, que existían otros que con todas las posibilidades y oportunidades, querían avanzar por esta hiperautopista que es la vida en esta época, siempre en primera, aún teniendo ese Ferrari, al menos cuatro velocidades más.
Ellos parecían saber que todos los traspiés y fallas de los años recientemente pasados referentes a las subidas y bajadas del valor del dólar, del PNB y demás abreviaturas macro y micro económicas, aunque molestos, eran técnicamente corregibles y superables, en especial por aquellos conciudadanos que estos grandes venezolanos trataron respetuosamente de influenciar, haciéndoles ver que nuestro país y su cultura eran algo más que la rememoración constante de la Guerra de la Independencia, de la Guerra Federal y del Viernes Negro, que la añoranza a veces es buena pero jamás sustituta del trabajo en el presente para un futuro tal vez mejor., porque el futuro ya no es lo que solía ser, no son pueden ser tan fuertes las certezas . También sabían por la experiencia de otras naciones, que si todos lo hiciéramos todo bien por salir de la crisis, nos podría tomar lo mismo que a Alemania, el Japón o Corea del Sur, es decir veinticinco años. Mucho tiempo para un país cuya paciencia aprendida en el pasado llegaba hasta la floración de las matas de café.
También sabían que ahora hay computadoras, medios de comunicación con una capacidad de aumentar exponencialmente la educación y de sembrar y desarrollar valores sociales positivos en la población, en una fracción del tiempo de lo que les tomó resurgir a otros países en el pasado. Tal vez alguna vez oyeron aquella canción de Bob Dylan en los sesenta:
Se ha trazado la línea
la maldición se ha lanzado
el lento ahora
más tarde será el rápido
como el presente ahora
más tarde será el pasado
el orden se está esfumando
y él que es primero ahora
más tarde será el último
porque los tiempos están cambiando.1
Se podía leer entre líneas que todo se podrá superar con trabajo, buena fe y el deseo de hacerlo, de hecho es posible o mejor aún, factible, deben haber conocido los trabajos también de Ottiero Ottieri acerca del sentido de la “irrealidad de todos los días”. Cosas que molestan y amrgan pero que físicamente no existen, son percepciones y creencias grupales que dominan el ambiente solo porque se cree en ellas. Lo irreversible, lo real, lo trágico a nivel nacional, lo terrible será la ausencia de Nuño y Cabrujas de Cabrujas y Nuño, el tremendo silencio.







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MARTIN LON BLANCO






martes 23 de enero de 1996.
1 DYLAN, BOB. “THE TIMES THEY ARE A-CHANGIN”.Warner Bros. 1.963.

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