TRAGEDIA
NACIONAL.
Ya,
al final del primer mes del año 96, las resacas del alcohol navideño
se han disipado y la gente regresa a las dietas para perder el exceso
de peso ganado en honor de los pacíficos hombres de buena voluntad,
otros, pasaron las mismas penurias que el resto del año, pero con
una actitud más esperanzada y ahora pueden regresar a su pesimismo.
Terminó el año de 1.995. Con él se fueron toda una serie de
rumores y predicciones con las que la mayoría de la gente
materializa su angustia ante la cambiante situación en la que
nuestro país al igual que todos los demás del Tercer Mundo, da
tumbos tratando de insertarse en una economía mundial que
garantice a los ciudadanos las ventajas tecnológicas de este siglo,
que son a fin de cuentas, las que aumentan la calidad de vida,
haciéndola más llevadera, larga y productiva. Hay un combate
planteado: Unas naciones tratan de lograr aumentar su nivel de
vida, las otras, las que ya lo tienen alto, tratan de mantener esa
ventaja. La situación de los países subdesarrollados para llamarlos
de algún modo, se asemeja a la del adolescente que debe obtener de
su madre lo que necesita para subsistir y divertirse. Los países
desarrollados por el contrario, en un estadio adulto, son capaces de
mantenerse por sí mismos y de sus emolumentos y ganancias
contribuir con su progenitora. Esa madre en ambos casos, es la
nación. Los países escasos de tecnología extraen
inmisericordemente su existencia de la tierra, mar y entrañas de
sus naciones, haciendo la vista gorda del daño que a largo plazo
esto pueda traer, hay que resolver problemas inmediatos, tanto
nacionales como individuales. En los países del primer mundo ya no
hay mucho que extraer, tampoco hace mucha falta, el sentimiento de
culpa hace que se trate de retribuir al ecosistema, parte de lo que
se le robó en el pasado. La brecha tecnológica entre estos mundos
es abismal y sigue creciendo, dos ejemplos: la fibra óptica está
sustituyendo poco a poco pero inexorablemente al cobre, la luz del
sol ya mueve vehículos, el peor escenario lo planteó Carlos Fuentes
hace ya algunos años: los países del Tercer Mundo vamos a ser
prescindibles y los países del Primer Mundo sólo colaborarán con
nosotros por altruismo.
La
crisis nacional pues, a pesar de tener múltiples causas, tiene su
centro de gravedad en dos factores: es la sumatoria de las crisis
individuales de muchos pobres, estos pobres carecen de destrezas
competitivas para vender su trabajo en áreas donde la retribución
al mismo pueda ser lo suficiente para subsistir y dejar algunos
excedentes para el mejoramiento del nivel de vida en el sentido
material y también en el espiritual. Umberto Eco vió y expresó una
gran realidad: cuesta muy caro tener un alma, porque esta pide buenos
libros, bien sean de Kafka, Juan Pablo II o el Mahabaratha, buenos
discos compactos bien sean de la Filarmónica de Viena, de la
Orquesta Juvenil de Venezuela, las Cantigas de la Virgen María de
Alfonso X El Sabio o de Ravi Shankar ; y además excedentes para
colaborar con aquellos con los que se quiere compartir una cultura y
no tienen el electrónico para pagar, lo que antes se denominaba
metálico.
A
pesar de todos los enunciados Malthusianos, una pobreza del ochenta
por ciento difícilmente se produce en una generación ni en dos o
tres quinquenios. La ausencia de destrezas laborales no puede
relacionarse linealmente con la existencia o no de un sistema
educativo sino a factores que a simple vista parecen superficiales
pero que a la larga demuestran su gran valor: la motivación
intrínseca que le da a las personas la percepción de que se está
avanzando y que se está mejorando y la extrínseca que es la que se
recibe directamente como un mejor sueldo, mayores opciones y mercados
donde sacar provecho de esas destrezas.
El
segundo factor es la desconfianza en la capacidad individual para
aprender nuevas cosas y desconocer o no tener el lugar donde
aprenderlas. Esto crea desconfianza en el futuro que primero causa
insatisfacción y luego en algo peor llamado desilusión.
El
estado de angustia y desilusión personal se contagia y la tensión
crece en una espiral donde hay una necesidad de malas noticias para
mantener el estado de crispación emocional que tuerce los esfuerzos
que deben dirigirse al estudio práctico y al mejoramiento hacia la
violencia en la familia, en la calle y todo lo que represente o
parezca representar el orden social donde el desesperado se mueve.
Esto
lo sabe casi todo el mundo, pero a diario se olvida. Lo peor de esta
crisis, si no de todas, es su expresión emocional. por el sendero
usual que es el de la agresión. Por lo tanto, siempre serán
importantes para una sociedad aquellos hombres que tratan de poner
las cosas en términos racionales. Tal fue el caso de José Ignacio
Cabrujas y Juan Nuño.
Sólo
se es irónico con aquel enemigo que no quisiéramos que lo fuera,
con aquel amigo que defraudó su rol, en fin, de todos aquellos de
los que por alguna razón esperábamos otra cosa. Pero la ironía a
diferencia del sarcasmo, requiere de inteligencia y cultura y más
aún, buena voluntad que está subyacente bajo la insatisfacción del
irónico, de hacer ver a quien está dirigida la ironía, la
situación con metáforas o asociaciones de cosas dispares que hasta
metafísicamente se unen para dar un mismo mensaje. El enfoque
emocional es un fracaso. Es un fuego fatuo de violento comienzo y
súbito fin. El enfoque racional con sus pros y contras es más lento
pero mucho más efectivo y eso fue lo que por mucho tiempo trataron
de compartir con nosotros, Nuño y Cabrujas; dar un enfoque
racional a la vida nacional, trabajando cada una de sus partes más
importantes: los ciudadanos., su método era tratar de exponer para
convencer, sin coaccionar , esto es la diferencia principal entre los
hombres que conocen el valor de la libertad, buscan el bien poco a
poco, con paso seguro versus los que sueñan un bien percibido
individualmente y lo quieren imponer a la fuerza a otros, negando su
condición humana de decidir. La ironía era inevitable porque aún
refunfuñando era casi imposible no discernir que debajo de todo
aquello había un amor muy grande a la vida, a la gente, al país. No
podemos decir que estuvimos de acuerdo en todas y cada una de las
manifestaciones de la visión del mundo de estos hombres, pero en
todos se notaba a pesar de la contundencia de algunas afirmaciones el
enorme peso de la tolerancia , del valor tremendo de la confrontación
pacífica y académica de las ideas, no de las que ellos consideraban
importantes sino de todas y de cualquiera. Sus escritos fortalecían
la individualidad del hombre común para hacerlo mejor en el conjunto
de la sociedad en que le tocaba vivir, para darle mejores aportes a
esa sociedad que a su vez habría de producir mejores hombres.
Ellos
parecían saber que en medio de esta crisis, viéndolo
retrospectivamente, que la vida iba a seguir su curso, que algunos
seguirían indiferentes tomando cerveza frente al televisor
disfrutando el kitsch de los sábados, que otros se pondrían
violentos como avatares robespierranos y que también habrían otros
que seguirían trabajando y criando sus hijos de la mejor manera a su
alcance corriendo a través del inmenso campo de obstáculos humanos
creados por la desilusión y el pesimismo de la mayoría y que estos,
en medio de las posibles catástrofes seguirían sembrando y
cosechando como los campesinos normandos durante la ocupación
alemana en la segunda Guerra Mundial, o tratando de llevar una vida
como los habitantes de Sarajevo antes de la firma de los acuerdos de
paz. Sabían de una forma u otra que todas las formas de violencia
solo retardan el momento en que los hombres deben mirarse en un
espejo y decidirse a realizar aquellas tareas pequeñas y rutinarias,
características de una vida normal, que ya sólida y productiva,
suele ser el trampolín a mejores oportunidades, sabían y aceptaban
no muy a gusto, que existían otros que con todas las posibilidades y
oportunidades, querían avanzar por esta hiperautopista que es la
vida en esta época, siempre en primera, aún teniendo ese Ferrari,
al menos cuatro velocidades más.
Ellos
parecían saber que todos los traspiés y fallas de los años
recientemente pasados referentes a las subidas y bajadas del valor
del dólar, del PNB y demás abreviaturas macro y micro económicas,
aunque molestos, eran técnicamente corregibles y superables, en
especial por aquellos conciudadanos que estos grandes venezolanos
trataron respetuosamente de influenciar, haciéndoles ver que nuestro
país y su cultura eran algo más que la rememoración constante de
la Guerra de la Independencia, de la Guerra Federal y del Viernes
Negro, que la añoranza a veces es buena pero jamás sustituta del
trabajo en el presente para un futuro tal vez mejor., porque el
futuro ya no es lo que solía ser, no son pueden ser tan fuertes
las certezas . También sabían por la experiencia de otras naciones,
que si todos lo hiciéramos todo bien por salir de la crisis, nos
podría tomar lo mismo que a Alemania, el Japón o Corea del Sur, es
decir veinticinco años. Mucho tiempo para un país cuya paciencia
aprendida en el pasado llegaba hasta la floración de las matas de
café.
También
sabían que ahora hay computadoras, medios de comunicación con una
capacidad de aumentar exponencialmente la educación y de sembrar y
desarrollar valores sociales positivos en la población, en una
fracción del tiempo de lo que les tomó resurgir a otros países en
el pasado. Tal vez alguna vez oyeron aquella canción de Bob Dylan en
los sesenta:
Se ha trazado
la línea
la maldición
se ha lanzado
el lento
ahora
más tarde
será el rápido
como el
presente ahora
más tarde
será el pasado
el orden se
está esfumando
y él que es
primero ahora
más tarde
será el último
porque los
tiempos están cambiando.1
Se
podía leer entre líneas que todo se podrá superar con trabajo,
buena fe y el deseo de hacerlo, de hecho es posible o mejor aún,
factible, deben haber conocido los trabajos también de Ottiero
Ottieri acerca del sentido de la “irrealidad de todos los días”.
Cosas que molestan y amrgan pero que físicamente no existen, son
percepciones y creencias grupales que dominan el ambiente solo porque
se cree en ellas. Lo irreversible, lo real, lo trágico a nivel
nacional, lo terrible será la ausencia de Nuño y Cabrujas de
Cabrujas y Nuño, el tremendo silencio.
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MARTIN LON
BLANCO
martes 23 de
enero de 1996.
1
DYLAN, BOB. “THE TIMES THEY ARE A-CHANGIN”.Warner Bros.
1.963.
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