viernes, 29 de julio de 2016

MIEDO.



MIEDO.

Mucho se sufre en esta crisis por causa del miedo. Unos temen que mañana no tengan que comer o cumplir con los pagos de cualquier obligación o necesidad. Otros que poseen algo pero no mucho, quieren agarrarse del dólar a medida que la percepción de que la moneda nacional está haciendo agua y que de un momento a otro puede irse a pique. Los que tienen mucho, temen perder algo de lo logrado, o la vida por envidias por eso hicieron en gran escala lo mismo de los que tienen poco, convirtieron el dólar en un salvavidas portátil, que se puede guardar en diferentes países en caso de emergencia.
Ahora es el dólar. Antes era el oro.
Lo fue desde muy temprano en la historia de la humanidad, hasta que De Gaulle se empeñó en convertir los dólares de Francia en oro y Fort Knox no pudo aguantar el trote, por lo que teniendo los Estados Unidos intereses en todo el mundo, pudo cambiar el patrón que regía las transacciones financieras entre las naciones, usando el signo monetario norteamericano. No fue muy complicado, ya que había existido el Plan Marshall.
El termómetro del miedo y la desconfianza de la población era el precio del oro, ahora, en los países pobres, es el precio del dólar: mientras mayor sea la desconfianza en el sistema productivo, o en el político y el temor a quedarse en el aire, lleva al afán a hacerse de divisas sólidas, por lo que al aumentar la demanda, aumenta su precio. En muchos otros casos, no hace falta miedo ni desconfianza, sino que se busca el lugar más confiable y estable donde poner lo que se tiene para conservarlo u obtener más.
Hoy en día con los medios de transacción electrónicos disponibles, al cerrar la actividad bancaria en medio mundo, se está despertando la otra mitad y vuelan entre satélite y satélite miles de millones de dólares en el afán de producir más dinero y bienestar económico. Muy diferente esto a los métodos de los Rothchild franceses e ingleses después de Waterloo.
Ese torrente de dinero son solo señales digitales que al amanecer pueden hacer temblar a cualquier gobierno que carezca de la velocidad de asimilar esos cambios y de sus sistemas económicos que por lentitud caen en asincronía con la nueva realidad mundial.
El mismo deseo de no poner todos los huevos en el mismo cesto llevó a las personas a invertir por su seguridad en diferentes sitios, surgieron compañías transnacionales con carácter global: la incertidumbre política o económica en un país o región en particular, aunque molesta, no significaba la pérdida catastrófica que las depresiones ocasionaban antes al caer un solo país.
Como dice Umberto Eco, las facciones ultraradicales terroristas italianas describían un ogro denominado Stato Imperialistico delle Multinazionale o SIM, (Estado Imperialista de Las Multinacionales) y estas decidían alzas y bajas, guerras y paces. La realidad no era tan lineal, de hecho en mucha de esas multinacionales estaban los ahorros y los fondos de jubilación de ese proletariado que las Brigadas Rojas querían salvar, sin embargo, había algo cierto: ya los Estados como tales, no controlan la relación económica; el último intento exitoso de control lo realizaron los Estados de la OPEP en 1.973 y las compañías y Estados que lo sufrieron crearon las contramedidas para que esto no volviera a repetirse.
Sin embargo, esto les trae grandes problemas a los Gobiernos, porque los electores ante la
incertidumbre económica piensan que sus gobernantes no están haciendo todo lo que debieran y sin negar que la instrucción pública, los sistemas de transporte y la seguridad social son factores importantes, el control de los gobiernos en el establecimiento de cuotas y precios se hace cada vez más nominal que real.
Sería injusto e irreal no reconocer el esfuerzo que los últimos gobiernos democráticos latinoamericanos han tratado de hacer para servir mejor a sus gobernados, pero las burocracias gubernamentales están en un estado no muy dócil y por su carácter autoperpetuante, no hacen cumplir lo que deben con la celeridad que la situación amerite y no poseen la capacidad de adaptación a las dinámicas situaciones que se dan hoy en día. Un presidente norteamericano antes de la Segunda Guerra Mundial, refiriéndose a la burocracia gubernamental de su país, la comparaba con un reptil que cuando se le pateaba la cola para que hiciera algo, el mensaje llegaba al cerebro dos años después.
No debe ser fácil para hombres acostumbrados a la aclamación el recibir un bombardeo diario que cuestiona no sólo sus aptitudes sino su integridad también.
El problema se hace más complicado cuando existe la percepción de que es el Estado el que debe proveer todo y los gobiernos sobredimensionados más allá de sus deberes normales de educación para el trabajo, seguridad social , seguridad policial, defensa y relaciones exteriores, se ven copados de acusaciones de ineptitud que por lo general son reales por estar desviadas las funciones gubernamentales, que si bien pueden complementar la función de la familia y de la sociedad civil en la formación de ciudadanos libres y productivos, no pueden sustituirlas.
No son ajenos los resultados negativos de los intentos de ingeniería social en los que se trató de sustituir el núcleo familiar como ente fundamental de formación con organizaciones gubernamentales, poco en términos reales puede hacer el Estado para que un niño no huela pega a falta de un buen padre o una madre, los orfanatos de la Rumania de Caucescu tampoco fueron ninguna solución a la falta de progenitores.
Pero la percepción de la ineptitud de los gobiernos también contribuye con la desconfianza en la moneda y si a eso se le suma el miedo a no poder depender del Estado hasta para las necesidades más básicas como ha sido la costumbre, por intuir que la sobredimensión del pasado no puede mantenerse, el miedo crece hasta el pánico y la desolación.

 
La desilusión actual con respecto a los sistemas democráticos latinoamericanos se debe en gran parte a la percepción generalizada de que el Estado es el responsable de todo; los mismos gobiernos, a lo largo de su proceso de maduración contribuyeron en el pasado a solidificar esa idea en gran parte de la población, ahora es el momento de hacer ver claras las cosas, qué en términos reales se puede hacer, qué tipo de empresas pueden generar los empleos para resolver el problema inmediato de la subsistencia de acuerdo a la capacidad laboral de los que están en niveles de pobreza, qué empresas extranjeras hay que atraer y con qué facilidades, cómo agilizar el sistema educativo para que proporcione las destrezas para empleos productivos y sueldos mayores. Hay que promover y motivar, el proverbio chino del pez y enseñar a pescar es un lugar común rayano en la vulgaridad, cuando el problema es no querer pescar.
Las metas deben ser racionales, pero medibles y alcanzables, el fin de la educación en los próximos diez años, no debe ser algo etéreo como la “excelencia”, sino algo así como “equiparable al del país menos adelantado de la Comunidad Económica Europea”. El objetivo de la Ley no debe ser la “perfección de los hombres”, sino algo más modesto, ejecutable y supervisable, como decía Hobbes: “para que los hombres no se coman los unos a los otros”.
La perfección como la excelencia son como la felicidad: más que una meta son un camino.
Comenzar algo independientemente puede causar temores, hasta miedos, pero alentar al trabajo y a la producción dando facilidades a quienes quieren y pueden hacerlo le pueden dotar a las naciones las herramientas para depender menos de las percepciones del Estado paternal, recobrar la confianza individual y colectiva .
Todo aquel ciudadano que con su trabajo reduzca la necesidad de gastar divisas, es un ciudadano muy importante.
Todo ciudadano que con su trabajo decente traiga dólares es un héroe.
Así, la espiral del miedo podría detenerse.
Así, el alza del dólar se podría parar.
Para hacerlo bajar, hay que estudiar y trabajar mucho más.




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Tcnel(av) Martín Lon Blanco.

2 comentarios:

  1. Muy actual tu pensamiento de hace 20 años, que lamentablemente han pasado sin que haya cambiado en algo nuestro pais, al contrario todo se ha empeorado. Un abrazo.

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  2. Muy actual tu pensamiento de hace 20 años, que lamentablemente han pasado sin que haya cambiado en algo nuestro pais, al contrario todo se ha empeorado. Un abrazo.

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