viernes, 24 de abril de 2015

MOKUSATSU: PARA LOS LIGEROS DE LENGUA PARA HABLAR DE GUERRA.

黙殺




MOKUSATSU: PARA LOS LIGEROS DE LENGUA PARA HABLAR DE GUERRA.
PARTE I.
He guardado silencio por algún tiempo para no contribuir con la inestabilidad que producen aquellos cuya lengua se alebresta para hablar de guerra. No ha sido cuestión de falta de inspiración sino exceso de precaución y mesura.
Por lo general, el tipo de persona que habla así, no la conoce (la guerra) y mucho menos está preparada para ella. Esos son la gran mayoría.
 Otros con experiencia, quedan con heridas tan grandes de la personalidad que sólo viven para venganzas.
Los dos tipos son la antítesis del verdadero militar, quien sabe lo que la guerra es, lo que cuesta en dolor y sacrificio.
Hay formas definidas y conceptualizadas para saturar cualquier sistema: Aumentar la variedad de la información que es capaz de manejar, aumentar la velocidad de la información, alimentarlo con información falsa y por supuesto, negarle la información.  No seré yo quien promueva guerras que yo mismo no vaya a pelear, mucho menos, promover estupideces para que mueran otros o los más jóvenes, es decir, nuestros hijos o los que lo pudieran serlo.
Marte o Ares, no es el dios de la guerra, Tor tampoco. Son los dioses de la incertidumbre, del dolor y de las consecuencias no previstas.
En el caso venezolano, se idealiza las guerras civiles como gran cosa, sin saber ni entender qué las produjo, ni cuáles fueron sus consecuencias, que se siguen pagando hoy en día.
¿Por qué no dicen cuál era la población de España cuando dominó el mundo?
 Porque los países a los que se les endilga la satanización de imperialistas tenían muchos menos habitantes que Caracas y Maracaibo hoy, y que con ese número de gente no se puede ni hacer papel higiénico ni la mayoría de las cosas que escasean en la Venezuela actual. Enfrentémoslo: las guerras en Venezuela, menos las de los sesenta y setenta del siglo XX, fueron guerras de mendigos. En el fondo, sólo sirvieron para crear una mitología y se sacrificó la verdad en aras de disponer de un mito fundacional que compartieran tres culturas diferentes, que a falta de cosas  buenas en común que podrían haber hecho y que pueden hacer todavía, se aferran a una fábula que quieren hacer propia. También comparten el estrés postraumático consecuencia de esas conflagraciones.
No es mi afán, denostar o disminuir la cultura de otros pueblos, ni siquiera aquellos, que altamente educados, banalizaron el mal y produjeron los crímenes más abyectos registrados.
No dudo que los asirios, babilonios, turcos o mogoles hayan hecho lo mismo o cosas aún peores, no. Pero no había forma como registrar tal grado de deshumanización ni pruebas visuales de tales eventos. Tampoco considero que las generaciones actuales sean “culpables” de esos actos de barbarie, pero sí son “responsables” de su cultura pasada y que la presente no reincida en tal horror.
El problema de los mitos fundacionales usados con fines políticos es que esconden la verdad y la sustituyen por propaganda para justificar al régimen que así los esgrime: los errores alemanes de la I y II guerra Mundial, deben buscarse donde están: en la Kulturekampf de Bismarck.
El caso del Japón es peor aún. Los militaristas nipones inventaron  el “Sumeru Mikuni”, una cosa tan estúpida y sin sentido que se esconde como una mácula sifilítica aún hoy en día, con la anuencia de los vencedores de la II Guerra Mundial, quienes se hicieron y se hacen los locos, para esconder al verdadero causante de todos los crímenes que el imperio del sol naciente cometió en China y en todo el Pacífico. El responsable de todo eso, fue “Sobreseído” y conservado en el poder por ellos. El mito era que los japoneses venían de los sumerios y por eso debían llevar la revolución de la luz a China y Corea y el resto del subcontinente asiático y lo hacían por el bien de esos “hermanos” inferiores.
Por supuesto, eso requería que se reconociese y sus propios ciudadanos creyesen que eran la “raza superior”. Los pueblos escogidos por los dioses o el destino para regir el mundo. Nada de moral, ni de ejemplo,  ni nada de eso, sólo para mandar y sojuzgar. Urvolk y Sumeru Mikuni.
El punto a resaltar es que la Alemania y el Japón ya sabían que habían perdido la guerra mucho tiempo antes de 1945, pero seguían peleando. ¿Por qué? Porque los propagandistas se habían creído sus propios embustes. Estaban en la peor de las situaciones como les pasa a los tahúres: se les acabó la plata, pero han perdido tanto, que no se pueden retirar ni pararse de la mesa.
Ya llegué a la setecientas palabras. Mañana si el Creador así lo permite va la parte II.

Martín Guillermo Lon Blanco.
Caracas, 23 de abril de 2015.