Venezuela primero.
En octubre del año pasado recibí la conminación de mi
compañero de armas, y hermano, Doctor
Fernando Falcón Veloz a ingresar al doctorado de Ciencias Políticas en la Universidad
Central de Venezuela. Otro hermano, el señor Coronel y doctor Ángel Alberto Bellorín, me hizo ponderar esa posibilidad y como más vale el consejo de
alguien que lo estime en la Tierra, que un ángel en el cielo, me decidí a
seguirlos.
Hice las consultas a quienes podía causarle problemas
logísticos o de cualquier tipo, las personas que más peso tienen en mi vida y
todas dijeron que sí.
No sabía en qué disciplinas me estaba metiendo. Toda mi vida
fue dedicada en áreas del saber donde lo vital eran las ciencias duras. Mis
superiores e instructores y las circunstancias de mi trayectoria militar me
hicieron algo fuerte en eso. Hasta logré un premio presidencial haciendo unos
algoritmos de balística externa que se usaron para programar el software de un
avión de caza de nuestra Fuerza, de la adaptación de cargas y homologación de
armamento aéreo en otro sistema, y de la homologación de un sistema de misiles
y de guerra electrónica en un tercero.
La diferencia de ese pasado con mi “ahora”, estribaba en que
en las ciencias en las que me sentía cómodo, sabía dónde estaba y para donde iba, en este
nuevo reto no sabía ninguna de las dos cosas, pero mis compañeros quienes me
animaban para tal aventura habían sido siempre para mí como los caballeros que
para salvar Camelot, salían cada uno por su lado a buscar el Grial para salvar
la Tierra y a su Rey, sin mapas, brújula o instrucción, sólo guiados por su
instinto y un noble corazón.
A veces, la edad y las
experiencias de la vida no ponen flojos y cobardes. Y es ese, el peor
enemigo que se puede tener. Aunque en verdad, el reunirme con esos tipazos,
sirviera para recordar juventudes ya idas y anécdotas llenas de vida, optimismo
y afán de superación, esos miles de pequeñas vanidades que no eran tan
pecaminosas porque estaban al servicio de una causa mucha mayor: Venezuela, su
progreso, su bienestar y su libertad.
Siguiendo el sabio consejo de mis instructores, después del
papeleo y el asalto a la primera fortaleza, que en este caso fue la
burocrática, donde tuvieron que desenterrar notas y títulos de polvorientos
archivos en Institutos y Universidades, en las que adquirí mucho de lo que hoy se y mucho más
importante: me hicieron consciente de lo que no se y más aún, que siempre el
conocimiento es una isla pequeña, un atolón en medio de un océano a veces
calmo, a veces borrascoso. El mar profundo y frío de la ignorancia y del
desconocimiento.
Use las cinco “Ces” de los pilotos. Las que tienen que recordarse y usarse cuando
uno está perdido en un avión y ruego que se me perdone por ponerlas en rancio
pitiyanqui, de cuyo conocimiento y abuso me acuso públicamente:
Confess,
Conserve,
Climb,
Communicate,
and Comply.
Confiésese
usted mismo que está perdido.
Conserve
su combustible. (O su energía).
Ascienda,
gane altitud o visión panorámica.
Comuníquese
para que lo asistan y
Cumpla.
Le
confesé a mis compañeros que no sabía nada de esos temas.
Que por
favor me ahorraran el proceso de escoger entre materias.
Que me
dijeran que tenía que buscar con la visión apropiada.
Les
comunique mis reservas y dudas y cumplí leyendo lo que me indicaron.
Han sido
tres meses de esfuerzos muy agradables.
De libros
que debí haber leído años ha.
De
pararme temprano y de tener siempre algo pendiente. Dela maravillosa sensación
de conseguir personas que sepan más y hasta que sean mejor de lo que uno es o
se cree ser.
Pero todo
esfuerzo es poco ante la sorpresa y hasta la estupefacción ante los conocimientos
de mis profesores en primer término y como un relámpago después del rayo, de
los conocimientos de mis compañeros de curso.
Por
supuesto. La misma pregunta de siempre:
¿Cómo le
ha pasado a nuestro país lo que le ha pasado, teniendo gente así?
No sé si
el símil de David en la cueva, de Qumram o de las catacumbas romanas sea el
apropiado, pero había descubierto la guarida donde se asilan las mejores mentes
y tal vez los mejores corazones, dispuestos a dar como han dado lo mejor por
Venezuela, como ya lo han hecho y siguen haciéndolo.
He
descubierto que nuestro país tiene otra historia, hecha por héroes anónimos de
carne y hueso. He descubierto que el mal por el mal mismo, rara vez se ha hecho
a consciencia y que tal vez, exista la esperanza de que cuando cunda al fin, y la desesperanza sea endémica e inocultable y se acabe el saco de las excusas basadas en
ideologías y soluciones llave en mano, los venezolanos vamos a acudir
sinceramente al otro, para pensar soluciones e implementarlas hombro con hombro,
sin manipulación ni malicia por el bien de la nación como un todo.
¿Utopía?
No.
Lo he
visto, lo he documentado y lo puedo demostrar y reproducir, estudiando con
quienes estudio y comparto en este doctorado.
Pero amigos,
no deben creerme, eso no es lo que se enseña aquí, aquí se enseña es a dudar, a
confrontar ideas y a concurrir. Sólo después de confirmar, se permite confiar.
Por eso,
tal vez nosotros, o uno de los que se anime a ver con sus propios ojos lo que
aquí se promueve, podrá encontrarse o acercarse al Grial, al objetivo de un país que busca una razón distinta a la
histórica y a la política para abrazarse y compartir una alegría del presente, una
posibilidad mejor de futuro, tal como se espera de la vinotinto, a quienes el
triunfo se les ha impuesto como una cruz.
Tal vez
alguno o varios o mejor todos entiendan que el secreto del Grial es uno simple
y viejo:
-Tú y tu
Tierra son sólo uno.
Este es
un sitio donde de verdad, además de los venezolanos, Venezuela, es primero.
Martín Lon Blanco.
Caracas, 29 de junio del 2015.
P.S. La
próxima entrada es la de una persona que está componiendo la tomada que como el
flautista de Hamelin, va a traer de vuelta a Venezuela, a los que por maltratos
y falta de oportunidad se han ido, pero vendrán con sus familias, porque esto
puede ser mejor y va a ser mucho mejor de lo que ha sido y es.