RECONCILIACIÓN III.
Si hay
algo importante en toda condición de competencia entre humanos, es saber la
teoría de la mente, de amigos y especialmente de los adversarios.
Somos
en parte, lo que creemos que somos más lo que los demás creen de nosotros.
En el
escrito anterior, se dejó en el aire la siguiente pregunta:
¿Quién sabe más la oposición que la coalición de gobierno o
si es al revés?
La
respuesta es obvia. La base electoral del PSUV, es mayoritariamente “tuky” y
estos han trabajado en casa de los “sifrinos”, desde hace mucho tiempo y hasta
por generaciones. Conocen cómo viven, sus hábitos alimenticios, sus pecadillos
y saben la imagen que de ellos los “tukys”, tienen los “sifrinos”.
Los
sifrinos, por lo general, viven una
parte del año trabajando en Venezuela y moviéndose en enclaves de su propia
clase, por el miedo serval que le tienen a los no sifrinos. Ahorran lo que
pueden para salir al Primer Mundo del que se sienten parte, ya que la distancia
cultural es muy pequeña, mientras que con los tukys es astronómica. Comprar su
ropa en Miami o la Florida la gran mayoría y se mueven como peces en el agua.
Se saben la dirección de todos los Malls, después de una orgía consumista para
tener lo que se va a usar por un año, gastan a manos llenas, con gusto, porque
creen que los tratan como se merecen. No conocen mucho de Venezuela, salvo
lugares preparados de alto costo, por la misma inseguridad con que los tukys
han venido tratando de igualarse, y en este proceso, perjudicándose ellos
mismos, mucho más.
Lo anterior
no es criticable per se. Todos los primates homínidos funcionamos por
comparación y la analogía es la forma más simple de esto. Los sifrinos desean
en el fondo, lo mejor para su descendencia y la mayor capacidad de uso del
principio del placer y la disminución del dolor. Muchos tukys con poder
gubernamental hacen lo mismo y por las mismas razones, por lo que tampoco es
criticable o censurable.
Muchos
de esos sifrinos no saben ni han ido nunca a Catia o Petare, e indudablemente,
buenas razones del instinto de supervivencia, recomiendan no hacerlo. El problema
es que esto acentúa una visión asimétrica y desproporcionada de la modernidad
es la que atenta contra los mejores
fines de la Nación, para ir haciéndola más vivible y disfrutable.
Como un
avión despegando de una pista corta, necesita la máxima potencia al momento del
despegue y si la zona es montañosa o tiene obstáculos, también requiere de la
máxima potencia para ascender más rápido. Ya obtenida la altura y velocidad de
crucero, el peso del combustible empieza a bajar y se requiere aún menos
potencia de los motores para mantener la velocidad y altura deseadas. Ya cuando
se inicia el descenso, se está en una condición de exceso de potencia
disponible porque el avión está más ligero y así hasta el aterrizaje. Si hay
que irse al aire, pues la relación potencia peso favorece al avión, su
capacidad de ascenso y maniobra es muy superior a la que tuvo durante el
despegue.
Esa analogía
puede hacerse con los países. Al comienzo se requiere un esfuerzo tremendo de
todos sus habitantes y estos esfuerzos no dan frutos muy apetitosos, esto se
mantiene así mientras el país no haya desarrollado el conocimiento generalizado
para explotar sus ventajas, pero después que lo ha hecho, el esfuerzo de cada
ciudadano para sustentar el país es mucho menor, por lo que puede dedicarse a
actividades más particulares y aun así, seguir favoreciendo al país.
Eso en
esencia, con guerras y tropiezos, es la historia de los países exitosos del
Primer Mundo.
Por
supuesto, debe existir una partitura que coordine los esfuerzos para fines
secuenciales y lógicos y un director de orquesta o líder, y parece mentira,
allí está nuestro problema mayor.
Venezuela,
Colombia, Brasil y otros, estarían mejor si supieran al menos:
¿Dónde
está el piloto?
MARTÍN LON BLANCO.
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