CONVULSIONES DEL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD.
Hoy, 26 de diciembre de 2014, tuve que ir al supermercado a
acompañar a mi esposa, quien en esta época del año, por el placer y la gracia
de la compañía de sus mayores, tiene un mes de trabajos más exigentes que aquellos
que antecedieron a la salida de Egipto liderada por Moisés o por el trabajo a
que se sometía mucho de la población venezolana, antes del decreto del General José
Gregorio Monagas.
Yo trato de ayudar y cuando no puedo, trato, al menos, de no estorbar.
Pero hoy, eso ya no es suficiente.
En dos locales comerciales, uno popular y otro de clase
media, las estanterías vacías, susurraban como las rocas bíblicas que las cosas
no van bien, pero las largas colas para conseguir detergente para la ropa,
insecticida, harina de maíz precocida, pañales para adultos y niños y tantas
otras cosas, gritaban a toda voz, terribles profecías, predecesoras de peores
lamentos.
Los dos centros o locales, están en el “Este”. La gente parecía tener los
recursos y el deseo de gastar, pero no había lo que estaban buscando, lo que se
afanaban en hallar, no era para celebrar, sino para pasar un día a día en
apariencias normal, que distrajeran de la precariedad económica de la mayoría
sufre, ante la que los hemisferios escindidos de la consciencia del liderazgo nacional,
no parecen ponerse de acuerdo, ni siquiera en intención, de querer remediar.
La celebración en la urbanización donde vivo, de clase
media, fue sobria. La alegría, la música y los fuegos artificiales predominaron
en los edificios de la Misión Vivienda, donde la algarabía se podía sentir, se
podía oír y se podía ver.
Celebré que esos compatriotas tuvieran un ambiente de más
seguridad tanto ante lo natural, como en lo social, pienso que ha sido un éxito
religioso y moral que debió enfrentarse décadas atrás. La diferencia de ritmos
y su duración, me hizo entender que nuestra Venezuela, que fue el gran sucedáneo
de la “Tierra de la Leche y la Miel”, para cristianos, judíos y musulmanes,
para españoles, portugueses e italianos, se había convertido en otra cosa, de
lo que lo más prudente sería huir, pero seguía siendo el Shangri-la, para los
refugiados de hoy: gente del interior, colombianos, ecuatorianos y los más
felices de todos, los haitianos. Contentos estos últimos de tener donde
conseguir la comida de su familia y la propia, aunque sea, vendiendo helados.
Ningún comité de bienvenida recibió a los nuevos vecinos de
los edificios, tampoco ninguna asociación de vecinos. Nadie les dijo cuáles
eran las reglas de convivencia, las escuelas más cercanas, los puestos de
policía ni que zonas eran más seguras para los niños. Quizá, por tal motivo, además
de la euforia de sentirse seguros, de sentirse propietarios, haciendo un
paréntesis de la nueva intimidad que estuvo negada a ellos tanto tiempo, por
fas o nefas, con razón o sin ella, celebraron como en un pueblo del campo,
donde estas celebraciones son más colectivas y expansivas. La música,
explosiones pirotécnicas y demás demostraciones duraron sin tregua, hasta el
mediodía del 26 y ya en la tarde, el silencio, lo era mucho más de lo que suele
ser todos los años, o por lo menos, a mí me lo parecía.
Siento que hay que sincerar las cosas, las trincheras de la “guerra
económica”, además de que no deberían estar localizadas en los mercados y demás
negocios del territorio nacional, tampoco tendrían que enfrentar a los venezolanos, ni los
ricos con los pobres y mucho menos, crear agresiones entre ellos mismos, dentro de su propia clase..
Antes, la mirada distraída de los que no nos gusta ir de compras, se iba inconsciente detrás de una
mujer ajena, mientras que la propia, fijaba su mirada en escoger lo mejor para
la familia. Tal vez eran miradas de lujuria y de egoísmo familiar. Malas cosas.
Pero hoy he visto una peor: las miradas no aburridas en los carritos y las
bolsas de los demás, expresiones de queja ante la mala suerte y del destino,
por haber llegado tarde y ver que el detergente y los pañales los agarró por
mucho, otro, brillaba por su ausencia, la menor solidaridad y peor aún, se
asentía y se aceptaba la justificación de tal modo de actuar. Ojos rojos con destellos verdes. Rabia y envidia siempre han sido muy mala mezcla.
Parafraseando a Nietzsche, Hitler dijo que quería volver a
ver en los ojos de la juventud alemana, el “frio brillo de los ojos de la fiera
cuando caza”. Bueno, ese “brillo” lo vi hoy en jóvenes y viejos, en el mercado
y en el supermercado. Vi que la bestia se estaba cebando nuevamente en nuevas víctimas,
tal vez en nosotros. Tal vez nosotros nos estábamos convirtiendo en fieras o dejándonos convertir. Tal vez, después de haberle dado un zarpazo mortal al
espíritu de la navidad.
Espero que los venezolanos, carguemos ese espíritu y lo llevemos a una “Emergencia” y
haya lo necesario para salvarlo.
Feliz Navidad.
Martín Lon Blanco.
Caracas, 26 de
diciembre de 2014.
P.S. Es muy grave la pérdida de soberanía nacional en la Playa de Arapito, que indignación, que decepción y que tristeza.
Recomiendo ampliamente este audio.
http://doctorpolitico.com/?p=39992
Consecuencias sólo consecuencias. El comunismo va tocando poco a poco a cada persona a cada estrato. Es solo cuestión de tiempo.
ResponderEliminarCon respecto a lo de Playa Arapito, da lástima como estamos. En mi opinión, es una de las consecuencias de la pérdida de nuestras instituciones. Los organismos que están llamados a poner el orden, están poniendo es el mal ejemplo.
ResponderEliminarUn abrazo Fernando. Tus opiniones enriquecen el blog, siéntete en libertad de hacerlas cuando gustes, mientras más mejor. Tu eres un hombre de fe, ayúdame a convencer que por la paz se pueden lograr las cosas. Un abrazo.
EliminarEstimado amigo Martin Lon, su estilo se purifica con acierto y a altas velocidades para describir con elegancia suprema las bajas pasiones y conductas de la fabrica de envidias del comunismo....excelente articulo y me siento orgulloso y siempre admirado de su Amistad y sus talentos...abrazos fraternos!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Bernardo. Es muy motivador oír esas opiniones viniendo de tí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ojalá pudiese convencer a la gente que no es necesario una matazón para resolver estos problemas.