LA CORBATA DE 14.000.000 DE DÓLARES.
En
honor a la verdad, debo reiterar que la motivación para abrir este blog, vino
de un gran amigo de la Armada.
Creo
que la nostalgia es un sentimiento debilitante e inútil, mientras por lo menos
haya fuerza para respirar una vez más.
Decliné
la invitación de dilectos superiores a participar en libros de anécdotas y en
organizaciones, cuando percibí que más allá de velar por los intereses de los
viejos guerreros y sus familias, habían fuerzas emocionales manipulables que
lejos de ayudar a la nación en estos momentos, sólo podían a lo más, ser usadas
para beneficio político de rufianes y escaladores o para ser ignorados
olímpicamente por la sociedad que defendimos, a lo menos.
Ambas
cosas han pasado, me alegro de no haber sido parte de eso.
Salí de
la Fuerza Aérea en agosto del 2004.
El
gélido recibimiento con que me acogió la “sociedad civil”, de la que salí para
entrar en la EAM a defenderla y defendí, aceptaba mi existencia como un cuerpo
extraño y a pesar de los laureles académicos logrados fuera de los recintos
militares, en universidades nacionales y extranjeras. Era y posiblemente lo sea
aún hoy, un “enemigo del pueblo”, tanto para los revolucionarios como para los reaccionarios,
un Doctor Stockman viejo en un país tropical.
No
estoy resollando. Eso lo superé haciendo muchas cosas, pero no iba a pasar la
vida lamentándome, ni rumiando uvas amargas o justificando que prefería no
comérmelas porque de todas maneras estaban verdes.
Hay
hombres mejores que yo. Eso nunca me ha molestado. Las gentes de montaña y lo
soy de varios continentes y países, es poco dada a la envidia. “A quien Dios se
lo da, que San Pedro se lo bendiga”, así se dice en los Andes y las Tierras
Altas de las Islas del Mar de Norte. En el Val de Aran y en los montes de Cantabria
y Galilea. En el fondo, como es gente que siempre ha pasado tanto trabajo y ha
tenido y tiene tanto que trabajar, cuando otro triunfa o le sale algo bien,
como sacarse la lotería o algo así, a los montañeses nos enseñan a decir: -Alabado
sea Dios, ¡Qué bueno uno menos que vendrá a pedirle prestado a uno!!!!!!
Hago
estas precisiones, para que se entienda el porqué de estos escritos sobre la
aviación y del fugaz paso de una individualidad por ella. La recepción en los
portales, las palabras y reencuentros con viejos y amados amigos, me han hecho
escarbar en la memoria y en los archivos, para tratar de encontrar cosas que
ayuden al país y a todos a estar un poco mejor, o por lo menos, aliviar lo malo
y no empeorar las cosas, mucho más, existiendo una memoria familiar de situaciones
similares que terminaron muy mal.
Voy
presentar unas “obras de arte”, que se salvaron gracias al entonces teniente
coronel Pedro Pereira Olivares, un gran comandante, jefe, instructor y amigo,
que me recibió en el Grupo 11 con los Mirage 50, quien además, siendo el Diablo
Mayor y uno muy mayor, tal vez mayorísimo, no bastando con el ejemplo y la instrucción
de vuelo y militar, resultó un ángel benefactor para quien posiblemente, es, mi tesoro más
preciado. Fue mi superior, es mi superior y lo voy a querer siempre.
También
fue el Tucán un freno para mis excesos montañeses de carácter y no permitió que
“corrigiera” a los “artistas”, lo que viéndolo en retrospectiva, ayudó a sanar
y reconciliar las heridas del Grupo y de la Fuerza después de los hechos del
año 92. Pocos fueron, con el personal de oficiales, suboficiales y aerotécnicos
presos y sus familias, tan solícito, consecuente y humanitario como él. ¡Qué
lástima que muchos beneficiarios de esos actos, hayan perdido la oportunidad de
retribuirlos en las vueltas que da el mundo y que da la vida!!!!!!
Los
filósofos dicen que no hay nada más rápido que el pensamiento, los físicos que
nada hay más rápido que la luz, los militares, en especial los buenos y me
perdonan la prepotencia de incluirme en esa categoría, sabemos que nada es más
rápido que un mal ejemplo.
Así, que
lo que sirvió para hacernos reír a todos, aumentar mi tolerancia y reducir mi
engreimiento, también fue imitado por mis hijos y los hijos de mis amigos, como
César Arteaga Junior quienes los calcaban y disfrutaban, riéndose de mí hasta
que se cansaban.
Ya
excedí el número de palabras que Bernardo Jurado, por mi bien me ha impuesto,
pero que cosas que hasta después de viejo, debo trasgredir, por la Aviación, las
recomendaciones y consejos de aquellos amigos, de mis padres, tíos, en fin, de
todos los que me quieren bien.
De tal
manera que prosigo.
St2 Adán Suárez.
Una de
las experiencias más extremas y dolorosas es regresar a la Base sin su avión.
Es ver la cara del jefe de máquina y de los armeros, quienes dentro de su noble
espíritu se consuelan viéndolo a uno y dándole un abrazo o una palmada.
Es una oportunidad
donde la soberbia hace que uno, en vez de agradecer la vida, se haga la
pregunta más tonta y cruel: ¿Por qué a mí? (¡¡¡Porque te la pasas montado en un
avión estúpido!!!!)
¡Haber
perdido un avión que costaba 14 millones de dólares, el avión que tenía mi nombre
pintado en la canopia!
Jonatán Lon Ravelo.
Las siglas del avión son 2056.
Pero en
la red y en Youtube estoy seguro que encontrarán ustedes, explicaciones y
videos muchos más ilustrativos y dramáticos que lo que yo les pueda contar. Por
lo que me referiré a algo mucho más importante: lo que hicieron mis compañeros
de la FAV por mí.
Era una
misión de maniobras de combate aéreo dos contra uno. El agresor era yo. Había
dos alumnos uno en un monoplaza y otro en un doble comando con un instructor.
Desde
los Mirage III y V, quien hace mejor el combate aéreo usa menos el afterburner
y administra mejor su energía. En eso, Tamanaco, el general Gustavo León
Campos, hacía cosas increíbles, tanto en Mirage como en F-16. Siempre
aterrizaba con una diferencia de combustible excepcional, cuando otros
instructores cantaban “Mango” y los alumnos estábamos en “Coco”, o con la luz
roja de bajo combustible, parpadeando o fija ya.
Pero
eso se lo enseñaba Tamanaco a todo el mundo que quisiera aprender.
Cuando
regresamos de la zona, yo estaba muy pesado de combustible para aterrizar, por
lo que decidí hacer algunos tráficos para llegar a un nivel de combustible y a
un peso que no sobrecargara los frenos.
El zamuro piensa: A este miraage me lo voy a zamurear je, je, je.Ahora me quieren quitar el mérito, yo fui el que lo tumbé y no fue un sabotaje.
Lo cierto
es que procediendo al punto inicial, antes de Taiguaiguai o el autódromo, había
una nube de zamuros enorme, ascendí, pero que va, esquiva que esquiva hasta que
un zamuro hembra, descomunal, entró por
la toma izquierda y el motor fue de 100% a cero en menos de un segundo. También
se llenó la cabina de humo negro y el
asqueroso olor de esas aves. Tenía 5600 pies, no había tiempo ni de tratar de
reencender. Apunté el avión a la Laguna de Taiguaiguai y le informé a la Torre
de Control. Desde la Base se veía el avión incendiándose. El oficial de torre me dio la voz de eyección y el entonces teniente coronel Yuhnny Rojas
Chirinos, quien estaba en el aire, haciendo un vuelo de prueba a un Allouette III, comprobó el fuego. También me mandó a eyectar. No les contesté muy bien, porque cuando compensaba
el avión e procedía a halar la anilla superior, el avión metía un plano y lo último
que quería era matar a alguien en el suelo.
Jonatán Lon Ravelo.
El avión
por fin dijo sí y me eyecte. Giré al abrirse el paracaídas para ver mi avión,
el condenado metía levemente el plano derecho y ya sabía que había fracasado en
mi intento de meterlo en la laguna, donde yo sabía que no había gente. Vi que
pasó el cerrito y salió una bola de fuego amarilla, luego anaranjada y después
negra. Entonces me dispuse a aterrizar.
Un
alumno mío, trató de bajarse del avión en marcha y dejárselo al instructor. El
otro me iba dando toda la información y conminándome a que saltara de una vez.
El
comandante Yuhnny Rojas casi pasa a la historia de la aviación mundial, porque
por poco me atajó en el aire. Me venía escoltando mientras caía en el paracaídas
y no me había soltado el arnés cuando ya estaba el Allouette aterrizado y el
jefe de máquina y el copiloto estaban en tierra buscándome para llevarme a bordo.
Le pedí al comandante Rojas Chirinos que me llevara al autódromo, quería
cerciorarme de que no le había pasado nada a nadie. Después del mega regaño y la
lluvia de epítetos marabinos, goajiros y de aviadores superiores a uno, de rigor, me
llevó, porque le dije que no me iba a quedar tranquilo y que yo estaba bien. Me
llevó y vi que mi única víctima era “The Marlboro Man”. El avión había destruido
un anuncio de cigarrillos. Había un piloto entrenándose para una carrera, pero
le dolió el estómago y se paró en los pits. Menos mal por él y por mí. No era
esta la primera vez que el comandante Rojas Chirinos me había salvado la vida,
y esto es literal. No estoy muerto ni tuerto, gracias a él. Cuando lo veo
siempre le pido la bendición porque no creo que en la eyección haya vuelto a nacer, pero en las otras
oportunidades sí.
Martín David Lon Ravelo.
La leyenda de izquierda a drecha y de arriba a abajo se leen:
En paracaidas: TT coronel Dracumán Lon: undía de estos me los voy a yuquear:
En el helicóptero: -Mira nuevo, Tato se eyectó. ¡vamos al rescate!!!!
En el helicóptero el copiloto le contesta al Tcnel Rojas Chirinos: -Coño mi comandante, Dracuman está jodiendo mucho!!!!.
El zamuro dentro de la tobera izquierda: ¡Date, Dracumán me yuqueó feo por eso yo me lo yuquié a él!!!!
Hay una línea puntuada de la trayectoria del avión al autódromo Pancho Pepe Croquer.
Me
llevaron a la rampa porque no quise que me llevaran, por falso orgullo, al
hospital militar, donde ya me estaban esperando. Allí estaban los bomberos, esos magníficos hombres.
Me montaron en la ambulancia y me condujeron al Módulo de Sanidad, allí
siguieron el protocolo y la Comandante Evelin Tovar, los médicos, las
enfermeras, me hicieron todo lo que tenían que hacer y como tenía cosas menores
(espinas, quemada de arneses por no subirme el cuello de braga por dandy), me
dejaron descansando. En eso vino una ayudante de odontología que me atendía
desde que era teniente y no sé por qué le conté mis tribulaciones, cuando me cuesta
tanto hacerlo. Ella me dijo, que no importaba, que quedaban muchos aviones y
que después del reposo y los exámenes, todo iba a estar bien y pronto iba a estar
volando otra vez. Pero yo insistía en el pesimismo, como la canción “Paint it
black” de los Rolling Stones. Entonces ella, quien era una mujer madura pero
atractiva y bien cuidada me increpó:
-¡¡¡¡Triste debería estar yo!!!!!¡¡¡¡Qué a pesar de haber
tenido muchos pretendientes y novios, nunca he tenido la oportunidad íntima de estar
con ninguno!!!!!!
Eso me
hizo reaccionar. Le dije que no era para tanto, que eso iba a cambiar porque
ella era una buena mujer y así se me pasó el “down”, me sacó del círculo vicioso
de la autocompasión y la falta de amor propio.
En la
televisión que estaba prendida, salió el general Gustavo Adolfo León Campos y
yo sabía cuál era el protocolo que había que seguir:
-Hubo un accidente, el piloto se eyectó, está bien, y ahora hay que
esperar el resultado de la Junta Permanente de Investigación de Accidentes
Aéreos y Terrestres de la división de Seguridad aérea y terrestre de la
Inspectoría General de la Aviación muchas gracias”.
Tamanaco
rompió ese protocolo, sus palabras fueron como una bomba MK-86, de dos mil libras.
-El piloto, Tcnel Martín Lon
Blanco, está bien en el Módulo de Sanidad de la Base. Tuvo un impacto con un
zamuro. No hay daños colaterales por la pérdida lamentable del avión Mirage 50
siglas 2056. El comando de esta Base y
yo en particular, me hago responsable de
cualquier daño sufrido en el Autódromo, por las acciones del piloto quien
siguió todo los procedimientos prescritos en este tipo de emergencias. Es todo lo que tengo que declarar.
Eso me
conmovió profundamente. El compromiso de un superior con un subalterno, arriesgándose
él mismo, por su bienestar. No tenía duda alguna de la valentía física del
General León Campos, pero esa demostración de solidaridad y valentía moral
sigue siendo impresionante aunque pase el tiempo.
Entró
la comandante Tovar con un celular y me dijo que era el comandante de la base.
Hice un
esfuerzo por hablar sin que se me quebrara la voz y quería agradecerle su acto
de noble desprendimiento. Sólo atiné a decir: ¡¡¡¡MMM!!!
Recibí
una catarata de adjetivos, expletivos, epítetos y maldiciones, pero al menos
más comprensibles que las del comandante Yuhnny Rojas Chirinos. Me recriminó,
con razón, haber retardado la eyección. Sin ningún fondo masoquista, debo
admitir que esa ha sido la única vez que mi vida, que he sentido el aprecio, el
cariño, la consecuencia, la lealtad, el compañerismo, la solidaridad, la
camaradería y porque no, del amor, en medio y después de una interminable retahíla
de obscenidades y malas palabras. Nunca se las había oído antes, ni después, ni
habiendo estado, inclusive, bajo fuego.
Me
mandaron a trasladar al hospital, donde ya me esperaba Tamanaco, mis padres, mis
hijos y muchos compañeros y mi familia.
Supe
después, los esfuerzos que hizo mi querido compañero Wilmar Alfredo Castro
Soteldo, quien en medio del duro brete que atravesaba, llamó a mi padre casi de
primero: Su esposa se puso a la orden de la mía, sin que nada mediara. Después
también otros compañeros en el mismo trance y tomando el mismo riesgo y
dificultad. En esa oportunidad, decidieron por mí otros y no juzgo, mis
familiares me lo dijeron tiempo después. Los caballeros nunca deben retardar un
agradecimiento ante tales esfuerzos.
Antes
de montarme en la ambulancia me llamó el Almirante Julio Chacón Hernández. Mi consejero,
guía y tutor primero en la ESGN y después de toda la vida. También los generales
Antonio María Conde Casadiego y Boris Saavedra Pérez.
Después
de un excelente trato en el Hospital Militar, llegó el presidente de la Junta
Investigadora, el Tcnel Felix Pacheco, tremendo piloto de transporte y de
OV-10, a quien le conté todo y redacté con fidelidad todo lo ocurrido, me llamó
el Director de Seguridad, el Gral Morillo Ruíz, hombre justo y solidario.
También
llamaron muchos de mis amigos de los escuadrones de mantenimiento, a quienes
nombraré en otra ocasión por razones más felices e interesantes, también mis
alumnos de otras unidades.
Cuando
por fin, llegó la hora de dormir, recordé que a pesar de haberlo advertido, me
habían sustraído un par de guantes de vuelo del Salón de Equipos de Vuelo.
Lamentablemente, la ley es la ley y los reglamentos son los reglamentos, pero
el honor militar es todo. Tuve que llamar al oficial de día y meterle cinco días
de arresto a un tremendo profesional, pero eso tenía que acabarse y se acabó.
Salí del Hospital en una misión
que me llevó en un C-130 H, con el Tcnel Pablo Pérez, Pérez, los capitanes
Bendito y Quilelli hasta Islandía. ¡Cómo me trataron esas tripulaciones de
transporte, todos los navegantes, jefes de máquina, loadmasters!! Me
avergonzaba que me dieran la cama donde descansa la tripulación de relevo, ¡qué
agradable es recordar su terquedad!!!!
Al llegar de misión con el G-6,
ya estaba el informe. El avión, el motor y el combustible habían llegado a temperaturas
altísimas. La Junta con su experticia técnica, sacó los filtros de aceite de
los restos del motor y los había mandado a los laboratorios de la CTPJ, donde
dijeron el sexo, la edad, el peso aproximado del animal conque había chocado.
Se había roto un eje trasmisor de titanio por eso se trancó el motor y la vaporización
de las primeras etapas del compresor y la ruptura de las subsiguientes,
rompieron los tanques de combustible y por eso la falla catastrófica y el
incendio.
De tal manera que llegó el día de
volver a volar con el Tucán en Libertador para irnos para Carrizales.
ST2 Adán Suárez.
La leyenda reza: ¡Haaaaaaaaaa van 36 días descansando en mi cama,
ya es hora de volver aa agarrar vuelo!
Antes de llegar al Grupo pasé por
el Módulo de Sanidad. Pregunté por la asistente dental, vino y le di las
gracias. También le pregunté: -¿Mira y entonces???? Y ella me contestó:
-¡¡¡¡Más vale quedarse para
vestir santos que para desvestir borrachos!!!!!
Fui al comedor y le hice la misma
pregunta que desde teniente le hacía al Señor Tíbulo:
Señor Tíbulo: ¿Qué inmundicia
tenemos para hoy?
Y
él me contestó en andino, de la misma forma que todos los días y de todos los
años:
-¡Caramba mi Comandante!!!!!¿Desde
cuándo no?
Fui a equipos de vuelo y Don
Chepe me devolvió un par de guantes. Creo que le mandé a quitar el arresto,
pero hoy después de tanto tiempo, no estoy seguro si se lo quité, lo que si es cierto es que lo desee.
Revisé el avión, el jefe de pista
me ayudó a amarrarme. Me jaló el cuello de la braga para que me protegiera de
los arneses. Se bajó. Se subió el jefe de pista mi hermano y tocayo Guillermo
Lamas Tovar, me volvió a jalar el cuello. Tan duro que lo sentí en el asiento.
En otra oportunidad contaré lo
que pasó después de aterrizar, pero no debo concluir sin referirme al título de
esta entrada: “La corbata de 14 millones de dólares”.
Casi un año después me llegó un
diploma, un carnet y una corbata de la compañía Martin Baker. Su representante,
un caballero el propio british gentleman valenciano y caraqueño a la vez, señor
Ricardo Smith, quien me trajo un obsequio excelente, que fue catado por la
Escuadrilla de Armamento y por la Línea de Vuelo, hay pocas cosas que no me
gustan de Inglaterra, el Whisky, lamentablemente, es una de ellas.
Diploma de la Compañía Martin Baker.
Meditando después, ese carnet y
esa corbata le da a uno de por vida acceso a los stands de la compañía en cualquier
exposición aeronáutica, como Le Bourget, Farmborough o cualquier otra. Cosa que
comprobé de coronel y general. La bebida, la comida y los suvenires, son a
cuenta de la compañía, el trato es increíble.
Hoy en el retiro, esas
exposiciones aéreas están más lejos de los oficiales venezolanos retirados que
nos salvamos gracias a la compañía Martin Baker, que el cometa 67P/CG, donde
aterrizó la nave Philae, pero tiene mucho más valor hoy que ayer: aunque
siempre lamentaré que la nación perdiera por un zamuro 14 millones de dólares,
me dio la oportunidad de conocer, estar, trabajar, recordar y hoy compartir con
ustedes, hechos de personas extraordinarias, que en un momento determinado de
tiempo y espacio se conjugaron para darme lo que me han dado y me siguen dando,
cosas que sí se lleva uno de este mundo al otro, la admiración, el respeto, el
agradecimiento y el honor, de haber sido tratado por personas de tal calibre. Ellos
valen mucho más que eso.
Si lo ven, los que aman la
aviación, el país y lo bueno de la humanidad, se hacen ustedes un gran favor,
quitándose el sombrero. Yo lo hago, sólo de recordarlos y para ellos mi agradecimiento
eterno.
Martín
Lon Blanco.
Caracas,
13 de diciembre de 2014.
P.S. Probablemente
he dejado, injustamente por fuera a alguien o a algunas personas que no
debiera. Pido perdón de antemano y agradezco que se corrija mi mala memoria. En
mi descargo, solo diré, que si tal cosa es así, no es por mal agradecido, sino
por viejo.
Me he divertido mucho con este escrito....esta lleno de algo que solo los que hemos operado plataformas de combate sabemos (y no es arrogancia...es mas que eso jajaja)....la vida de guerrero de plataformas nos hace parecernos mucho y tu como piloto y como marinero sabes muy bien de eso....felicidades eximio escritor
ResponderEliminarUsted fue el que le puso el carbón a la caldera capitán.
EliminarGracias por todo.
Gracias por compartir un abrazo
ResponderEliminarUn abrazo y muchas gracias Sensei, lo mejor para tí y la familia.
EliminarVolar como vivir esta lleno de emociones y peligros y solo nos queda decidir si vivimos como queremos o como los demas quieren que lo hagamos.
ResponderEliminarCada experiencia es unica y nos deja un unico sabor, depende de cada quien saborear mas adelante su propia experiencia y agradecer a quien sea por ello. Solo asi seremos nosotros mismos.
Ojala muchos de nosotros pudiesemos utilizar un instrumento de escritura como tu Martin. El mundo en el cual vivimos sería diferente.Estoy convencido de ello.
Saludos y Felices Fiestas!
Un abrazo mi general. Lomejor del mundo!!!!
EliminarMuchas gracias mi general por compartir su experiencia y anécdotas de la elección. Me hizo recordar mi elección, e igualmente recuerdo el apoyo y amor manifestado por los superiores, compañeros y subalternos. Me saco una lágrima el escrito. Gracias nuevamente por la decisión de escribir.
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