LA TRAGEDIA DE SER INFANTE DE MARINA
LA TRAGEDIA
DE SER INFANTE DE MARINA
Hicieron
un gran papel durante la época de la invasión Castro Comunista, por allá a
finales de los sesenta del siglo pasado, creo que nos merecíamos su encomiable
esfuerzo después de los errores del Carupanazo y el Porteñazo, pero lo
volvieron a hacer y llegó el Contra Almirante Gruber Odremán el 27 de Noviembre
de 1992 y se alzó o por lo menos lo intentó, gracias a Dios y a la inoperancia
de esa parte de la organización.
Aseguran
haber nacido en 1822 y yo les digo que no es cierto. Podrían haber dicho que el
primer infante de marina era San Pedro cuando desembarcaba con sus peces, pero
tampoco lo es.
Yo
tengo grandes afectos entre la oficialidad de la Infantería de Marina, que nada
tiene que ver con este escrito que tengo atarugado desde que era Teniente de Navío,
pero estudian en la Escuela Naval y no son marineros, son Capitanes de Navío
sin navío, siempre consideran conveniente tener a uno o a más en la Casa Militar,
para manejar aún mejor el poder. Son Almirantes sin flotas y de paso como la
historia ha demostrado, se encuentran inmersos en todas las fiestas trágicas contra
la democracia. Han declarado por obra y gracia de Espíritu Santo, que ahora son
una División apenas en el 2000 y todos saben que no son ni un buen batallón, y
que la pequeña comunidad de la Policía Naval ahora es una Brigada.
Yo
tengo a muchos amigos allí, que probablemente después de este escrito dejen de
serlo y a mí me parecerá muy bien, pero lo que aquí escribo es incontrovertible
y ajustado a la verdad.
Lo
lamento nuevamente, apreciamos sus colegas sus esfuerzos, pero es que nacieron
mal y actúan mal, desde el momento en que un animal endoesquelético como el
Almirante Diego Molero Bellavia, ha sorteado, con la complicidad de sus
comandantes, todos los escollos profesionales y ha llegado a comandar la Armada
y luego a las Fuerzas Armadas y todos saben de su escases intelectual, todos
saben de sus inmensas lagunas profesionales y falencias sin discusión, pero le
calificaron muy bien, porque uno de nosotros debe llegar para jalar a los demás
y me temo que de jalar de trata.
Podrán
jurarme sobre la biblia, pero nadie entra a la Escuela Naval, para ser Infante.
Todos nos imaginamos en el puente de un buque maniobrando, disparando nuestros
inmensos cañones.
Insisto
en que lo lamento. Entre mis amigos hay hombres profesionales a carta cabal,
que ninguna culpa tienen y que son personas cultas y defensores de la democracia,
pero la historia de los oficiales Infantes de Marina, que han comandado en esta
barbarie revolucionaria me hace recordar los episodios pasados para concluir
que desde hace mucho tiempo son una carga organizacional que hace mucho ruido a
la verdadera esencia naval.
Me hubiese encantado transferirlos al Ejército, junto a sus tanques, morteros, cascos y demás enseres, porque allí si estarían en su verdadero caldo de cultivo. ¡Allí si saben de conspiraciones y de alineamientos irregulares!
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