lunes, 15 de agosto de 2016

Bailando al borde del precipicio. ¿Cómo conjurar una guerra civil? En doce pasos. Parte II El General Moriche, los coroneles Caricari y Querrequerre, el teniente Basilisco y los Flamencos.



Parte II
El General Moriche, los coroneles Caricari y Querrequerre, el teniente Basilisco y los Flamencos.
               Por todo lo antes expuesto, siempre es contraproducente  y lesivo a cualquier nación, el politizar de cualquier manera a las Fuerzas Armadas. Porque como es una máxima de la sociología militar, “toda organización militar que desciende a la arena política, lo hace a costa de su integridad”.
Todas las actividades, ajenas a la vida militar: los gritos y consignas, las reuniones secretas y las humillaciones tipo “pantaletazo”, juramentaciones paralelas a las de la Bandera y  el comisariato político, son peligrosos y dañinos. El Zampolit es ajeno a la idiosincrasia nacional. Son actividades, a la luz de la experiencia, de muy mal augurio a mediano y largo plazo, aunque sean atractivas para los operadores políticos al corto. Dos males no hacen un bien, que lo haga un bando, no justifica que el otro lo pueda o lo deba hacer, si se piensa en la paz.
 Lamentablemente, en nuestro país, se ha caído en excesos ditirámbicos que harían palidecer a Nikita Jruschev cuando era comisario político en Stalingrado y al mismo Chu En Lai en la larga Marcha. Por algo Napoleón decía que “lo peor que podía tener un jefe era un vicio, porque lo pone de moda y los subalternos lo copian para agradarle”. La unidad de mando, la disciplina y subordinación no son sólo los pilares de la organización militar, son y deben ser la base antisísmica de  la sociedad civil en general y  de su institucionalidad. La verbosidad desmedida, la verborrea, como toda desmesura retórica, además de una mala acción, es un mal presagio.
La unidad militar monolítica, es, o debe ser, un aliciente al poder civil, para  solventar cívica y pacíficamente sus diferencias. Esto pasa por no convertir en armas, el sistema jurídico, el sistema policial, ni el sistema comunicacional de un país. Cuando estos se convierten en armas de persecución y represión ya estamos en serios problemas. La transición al plomo y la pólvora se facilitan si se dan, previamente,  estos pasos.
Los resultados obtenidos en las últimas elecciones,  aunque se han percibido como “buenos”, para cada bando, donde cada cual los ha racionalizado y pontificado, desde su propia perspectiva como han querido.
Lamentablemente, en la realidad, desde el punto de vista militar para la conservación de la paz, esos resultados son malos, porque a mayor diferencia de resultados menos posibilidades de guerra civil, a menor diferencia resultados, mayor probabilidad. La piedra angular de un gobierno democrático es la misma suposición de la paz civil: hay o debe haber un cogobierno. No debe ser trágico para una parte que gobierne la otra, ni que todo aquello que es la vida normal, sea un dilema, blanco o negro, vida o muerte. No tenemos un equilibrio, nada,  que remotamente  se parezca a  eso. Las oscilaciones del sistema se acercan más  a los extremos que a la media, esa media es la tolerancia. No sin razón decía Popper que la única intolerancia aceptable era la que se debía ejercer contra los intolerantes. ¡Los intolerantes aquí, están en los extremos y cómo mandan!
Una guerra civil se origina cuando dos bandos civiles, (esos son casi siempre, los autores intelectuales) con diferentes banderas políticas, rehúsan subordinarse, en los roles de gobierno y oposición, el uno al otro, rompiendo reglas preexistentes y crean la necesidad de reprimir y hacer obedecer a unos y de rebelarse y subvertir el orden a los otros, y emerge sola y automáticamente, la necesidad de la intervención militar, para estabilizar y pacificar o para ponerse a favor de cualquier bando.  O lo que es peor, cuando las fuerzas militares se dividen porque se llevó, o percoló  hasta sus filas, las diferencias y la falta de método para resolverlas, de la sociedad civil.
Cuando hay una polarización política muy fuerte, y la fuerza armada se escinde,  el recurso que le queda al ciudadano normal es armarse, de allí que algunos países basados en sistemas bipartidistas, aunque descansen en el supuesto del cogobierno de partido de gobierno y oposición, ante la posibilidad de que alguno de los bandos se haga con el poder militar o apele a éste como árbitro, se les da a los ciudadanos el derecho de poseer armas.  Ese es el  caso en Venezuela de hecho, aunque de derecho y no esté planteado de tal forma en la Constitución.
Los gobiernos pueden llegar a ser muy malos. La bondad o la maldad, están en el ojo del observador, tal como piensa la oposición venezolana del Gobierno de los últimos catorce años y como consideran y recuerdan los oficialistas, a los de los cuarenta años anteriores.
Toda guerra, sea civil o internacional, requiere que se cumplan dos pasos previos, que por intereses non sanctos, poco se citan:
-Deben haber fracasado las instancias políticas, y parece que nuestras instancias políticas quieren fracasar.
 -Después, deben haber fracasado todas las instancias diplomáticas. Las organizaciones intermedias de amortiguación, como la Iglesia. La más importante de estas, la nuestra, tiene sacerdotes en los dos bandos. Ya está, en mayor o menor grado, dividida. Con suma tristeza parece que nuestras instancias diplomáticas desean, volitivamente, fracasar. 
La debacle del pensamiento político civil, su conducta errática y egoísta, precede siempre, a la hecatombe militar. Una vez hayan  fallado ambas instancias, se entra en el campo de Marte donde domina la incertidumbre, el miedo, la muerte y la destrucción. El árbitro es militar, el árbitro es combatiente. Se respeta la fuerza y no las leyes, predomina la violencia y desaparece la razón. ¡Qué bueno sería que los políticos y diplomáticos venezolanos hicieran gala del mayor conocimiento del mejor tacto y que trataran a su contraparte nacional mejor que a la extranjera y que no aceptasen como opción, fracasar! ¡Qué bueno sería que los militares dejaran a los políticos y diplomáticos resolver los problemas, amarrándose al mástil como el bravo Ulises, aun escuchando el canto de las sirenas!
Buena fe en las calles, buena fe en los cuarteles y bases.
  No creemos que los venezolanos de buena voluntad deseemos una conflagración civil, pero tampoco era el deseo de los países que han tenido guerras civiles. Después de generarse las dinámicas propias, los accidentes y las escaladas fuera de control emergieron con vida autónoma y los actores no pudieron controlarlos ni dirigirlos, abrieron la caja de Pandora o el genio se insubordina y no quiere volverse a meter en la lámpara.  Peor aún,  al final, el país resultante post conflicto siempre fue peor para los dos bandos, el triunfador y el perdedor, que el país preexistente. Sólo se crean algunos “héroes”, que explotan en beneficio propio su “triunfo”, que es la miseria de todos los demás. ¡Qué bueno sería que los políticos no buscasen árbitros militares y que los militares copiaran sólo lo bueno de Napoleón: “Los laureles ganados con la sangre de conciudadanos no dan gloria”.

2 comentarios:

  1. Hace poco pudo ver en las pantallas de VTV, parte de las actividades del curso 44 del IAEDEN, me llamó la atención que a donde quiera que llegaban las máximas personalidades responsables del sector eran siempre militares activos o militares en situación de retiro convertidos en actores políticos pero siempre militares.

    En mi saber y entender de las cosas concluyo que no parece factible el escenario de un golpe de estado pues al estar los señores oficiales insertados hasta la médula en la estructura del país sería un suicidio casí que absurdo, sí me permite y hablando de absurdos, Usted debe recordar como Aristobulo Isturíz y la Gobernadora Stella Lugo de Falcón fueron ascendidos a tenientes del cuerpo de milicias, mas allá del show y de lo repugnante que resulta dicha acción, se asoma un cambio extraño una maniobra que busca dar a ciertos políticos ese carácter de "combatientes" que jamás se han merecido, pero que seguramente busca crear una identidad común entre el partido y la fuerza armada, en sustitución de Pueblo y fuerza armada como unidad, a la vez que de cara a la oficialidad se plantea una nueva igualdad entre el político de carrera y el militar profesional que por supuesto no tiene cabida en ninguna lógica que no sea la de los cuellos serviles y obedientes hasta donde la chequera alcance.

    Algunos señores Oficiales "claves" no solo por el puesto que ocupan sino por su manifiesto apego a esta práctica común en este gobierno del "partido Militar", controlan importantes polos de desarrollo económico, piedra angular como Usted sabe para el desarrollo de cualquier polo político, es decir sin dinero no hay poder ni político ni militar, entonces sí tenemos a varias decenas o cientos de señores oficiales en puestos estratégicos cualquier fuerza que apunte a la separación queda en la práctica anulada relegada a una pataleta callejera de las muchas que hemos visto.
    Como ya se ha visto cualquier atisbo de rebelión popular pasa por enfrentar el despliegue que a nivel nacional mantienen la Guardia nacional, los REDI, las milicias y los colectivos, incluso hemos visto recientemente como el Estado, maneja a conciencia los peligros que significan aquellas organizaciones criminales que pretenden suplantarlo y que pueden ser perfectamente la contención necesaria en caso de enfrentamiento, Usted seguramente recuerda que no hace mucho Alias Picure y Alias Lucifer fueron dados de baja, estos sujetos salvando las distancias y otros como ellos pueden convertirse en los andresotes que necesita la cimarronada de nuestros tiempos, solo que el Estado lo sabe y al parecer lo ataja a tiempo.

    Como puede ver no digo que no sea posible, estoy seguro que en nuestras fuerzas armadas queda una reserva dispuesta a rescatar nuestra sociedad, pero como poder distinguirlos entre la confusión y el caos sí como bien lo dice Usted el poder de las armas convierte a las facciones en juez y parte.

    En apariencia parece que todos están recibiendo su parte del pastel dolorosamente nuestro país es un botín demasiado atractivo para ciertos factores internos y externos que nunca compartirán con nosotros el deseo de ver materializado un proyecto de nación.

    El peligro último e inminente es que al amparo de las leyes esa facción que hoy pretende confundirse o camuflarse como partido y fuerza militar opte por destruir a la otra bajo un Estado policial lo que sería repetir en Venezuela la tragedia de la Alemania Nazi, y ya conocerá Usted el afecto de ciertos personajes del Gobierno por reproducir en nuestro país practicas Goebbelianas saludos y felicitaciones por su escrito

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    1. ¡Excelente análisis!!!!!!!!!
      Dentro de la organización militar suele darse en todas partes sin estar en crisis, más o menos la misma división política de la sociedad civil de la que sale. En situaciones de crisis la diferencia de opinión en contra del gobierno al que por fas o nefas se le atribuye la mala situación, siempre es mayor dentro de la institución militar que en la calle.

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