Bailando al borde del precipicio.
¿Cómo conjurar una guerra civil? En doce pasos.
Parte I
A perro que no conozco, no le jurungo el rabo.
Dicho venezolano.
¿Conocerán el presidente
constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros,
y el Gobernador Constitucional del Estado Bolivariano de Miranda, Henrique
Capriles Radonsky, los profundos arcanos militares de la guerra civil?
¿Entenderán el alma de los venezolanos de los dos bandos con la
profundidad suficiente, que se puede caer en una espiral de violencia verbal, fuera
de todo control, que preceda a la violencia física que antecede a la lucha con
violencia armada?
¿Tendrán los excandidatos el temple
suficiente para comandar a la Fuerza Armada Nacional, en paz y al servicio del
país, sin dividirla ni usarla en detrimento de la otra mitad del país, a la que
adversan?
¿Entenderemos que tenemos que
aportar todos para evitar una escalada
que embarrene y estrelle al país?
Probablemente algo. Pero no tanto como lo conocía el finado Presidente,
Tcnel (f) Hugo Rafael Chávez Frías. Que en la paz descanse y cuyo vacío parece que ambos bandos
son insuficientes de llenar y a cambio
aportan animosidad, desconfianza y amenazas de escalamiento.
No se ven ni se escuchan intentos
de acciones cooperativas que ayuden a
solventar los males que afectan a ambas polaridades y que son, en definitiva,
los vasos comunicantes donde ambas visiones del mundo, la chavista y la
oposicionista pueden, sin ningún detrimento político, cooperar, acordar y
ejecutar en el beneficio general de la nación y donde no se arriesgan a perder
capital político y sí a ganarlo ambos.
Estas cosas, que unen a los dos bandos, son por supuesto, los problemas y las
necesidades: la electricidad, la inseguridad, la ineficiencia judicial en sus
áreas principales: policial, judicial y carcelaria, en sus dos polaridades:
prevención y corrección (Dios quisiera también, que en redención), la infraestructura, la salud y la educación.
Sin embargo, la sociedad venezolana está escindida en dos partes.
Una mitad, la de la oposición, formada mayoritariamente por personas, con valores judeocristianos
occidentales, es decir socio-racionales, que cree que la sociedad debe regirse con una lógica
occidental, que define la eficiencia de un sistema a nivel de resultados
prácticos, que el éxito de un gobierno se mide por la relación
objetivo-efectivo, cuya religión en mayor o menor grado, se basa en un Dios que
oye y puede cambiar las cosas, que piensa que las causas producen los efectos y
que hay leyes científicas universales, que parece entender el azar y la
incertidumbre con mayor tranquilidad, que está urbanizada desde hace tiempo,
que pone (al menos teórica y parcialmente) al individuo sobre el grupo, que
está monetarizada y bancarizada desde varias generaciones, que conoce la
propiedad privada como hecho natural, que tienen sus derechos animales
cubiertos en gran medida (comida, ropa, abrigo, sanidad e identidad) y que sus
referencias de progreso y metas deseables la constituyen los países más
avanzados y exitosos, e interpretan que el progreso deseable para Venezuela,
debe ir en esta dirección.
La mayoría de estas personas,
salieron de la otra mitad o de su equivalente en otros países, que han olvidado
o no desean recordar cómo eran antes y bajo ningún concepto regresar a ese
estado. Quieren emular e imitar a sus referencias de los países desarrollados y
se quieren diferenciar de los que no tienen sus propios valores y sus propias
aspiraciones. Fueron el cerebro del país y su órgano de dirección, hasta
Chávez.
La otra mitad, formada mayoritariamente por personas, con valores no
occidentales por origen étnico y por abandono social, de valores
socio-emocionales-mágicos, que creen que la sociedad debe regirse por una
lógica que responde más bien, a una pre-lógica, más de acuerdo con el grupo, al
medio ambiente y las deidades, que el éxito del gobierno se mide
preferentemente, por la relación objetivo-símbolo, que consecuentemente, el éxito es simbólico
más que concreto, que ese éxito depende de factores mágicos y telúricos, que
valora (teóricamente, al grupo, sobre el individuo), que sus religiones son
sincréticas, uniendo tradiciones arcaicas con las del Libro más el Marxismo.
(Judaísmo, Cristianismo, Islamismo), usualmente producto de una evangelización
defectuosa, donde el dios es otioso, lejano o dormido, por lo que los asuntos
terrenales, corresponden a deidades intermedias y bajas, donde la causalidad
depende de la suerte, de la magia, donde la suerte, buena o mala tiene un rol
primordial, que hay leyes particulares para cada lugar, donde el azar y la
incertidumbre siempre son malos, que vive en el medio rural o e barrios de
urbanización defectuosa, donde de todas maneras rigen costumbres y modos de
resolución de problemas rurales, que está monetarizada y bancarizada muy
recientemente, que conoce de la propiedad privada defectuosamente porque no
habían tenida nada, que sus derechos animales están cubiertos marginal o
parcialmente (la lógica natural de la necesidad biológica) y que sus
referencias de progreso se basan en relatos de gente con similares o peores
experiencias.
Esta gente salió mayoritariamente de las culturas derrotadas y de
elementos europeos caídos en desgracia. Quieren emular e imitar a aquellos
venezolanos que lograron ser de la otra mitad, de la de abajo (usando la visual
de los barrios en los cerros) y si no pueden, prefieren hacerlo de los de otros
países que murieron en el intento o que por la fuerza lo lograron. Fueron las
manos que construyeron este país y su
órgano seguidor, hasta Chávez.
Sirva esto de preámbulo para
debemos atraer la atención del lector, que desde el punto de vista militar, no hay peor guerra que la civil. Lo
peor, es que nadie cree que puede ocurrir, hasta que empieza. A veces por la
más baladí o tonta de las razones, las guerras civiles ni necesitan siquiera una
Helena de Troya. Se precipita y ya. No siendo esto suficiente, nunca dura menos
de lo que se pensó.
Cuando un país tiene un proceso de polarización o una alta
conflictividad política pero la relación de los bandos es de 70% a 30%, el riesgo de
guerra civil es bajo. Cuando la polarización es de 60% a 40%, pueden haber
situaciones incómodas y de alto riesgo, pero manejables policialmente y en los
tribunales. Cuando la relación es 55% a 45%, la situación ya es peligrosa, cada bando quiere hacer
gravitar para sus órbitas las fuerzas militares y como siempre habrá militares
que no ascienden, cargos que no se alcanzan y no por falta de méritos sino de
posiciones, habrá algunos que pueden salir fuera del orden y del gobierno
legalmente establecido, cosa verdaderamente dañina para la nación como un todo.
Cuando la proporción es de 54% a
46% con el sempiterno intento de nuestra cultura y tradición latinoamericana de
dividir a las FAN, hace a esta condición muy
peligrosa; cuando se llega a 53% a 47% por el aumento de lo ya descrito,
hace que la condición sea demasiado
peligrosa; 52% a 48% peligrosísima
con cambio de fase a la confrontación armada, muy volátil, casi instantánea.
Cuando llegamos a 51% a 49% además de fatal
es horrible, porque de allí, al 50% a 50% implica guerra civil de larga duración o prolongada.
Hasta aquí la primera parte.
Caracas, enero, febrero 2014.
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