En el mundo, los muertos bajan y en Venezuela los muertos suben.
En el último pasado programa, “Efecto Naím”, su comentarista, se dedicó a analizar la posición del Doctor
Steven Pinker, neurocientífico, quien a su vez fue hijo de un premio Nobel. Este científico ha publicado innumerables
libros y estudios, como “The blank Slate”, el cual, levantó cantidad de
críticas de la izquierda intelectual por que demostraba que ya se nacía con una
cantidad de programas precableados o precargados, en nuestros cerebros, como la
lengua materna y el sentido innato de la moral. El Doctor Pinker ha demostrado
estar en lo correcto, desde el punto científico, pero se le ataca
filosóficamente por no estar de acuerdo con el
canon de doble lenguaje de lo políticamente aceptado.
Su último libro titulado:
”The Better Angels of our Nature”, cuya edición es castellano constituía
la razón principal del programa del Dr. Naím, ha levantado grandes críticas a
favor y también en contra por las mismas razones políticas e ideológicas.
El Doctor Pinker demuestra científicamente y presenta las
estadísticas, basadas en series de
tiempo que, arrancando desde la edad
media, la violencia se ha ido reduciendo con el progreso de las personas y de
los armamentos, sobretodo en el mundo occidental.
Los datos que presenta son incontrovertibles, eso está
pasando, en el resto del mundo, pero: ¿por qué en Venezuela no?
En todo occidente, el número se proyectiles para causar una
baja aumenta cada vez más y la medicina de alta capacidad interviene para hacer
reducir las muertes y aumentar la sobrevivencia.
Eso suena bien. Pero ¿por qué no nos pasa a nosotros que somos la excepción que confirma
la regla, creyéndonos como nos creemos que somos tan “nice” y chéveres? Es
injusto.
Es cierto que aun habiendo menos crímenes a nivel mundial, estos reciben mayor atención de los medios de
comunicación y puede hacer parecer esta época como más violenta cuando no lo
es.
Pero en Venezuela eso no está ocurriendo, nos estamos
quedando atrás en otra área, no aumentamos sino la producción muertos, heridos,
lisiados y traumatizados. Si bien es cierto que el Dr. Pinker, no tomó en
cuenta el nuevo radicalismo salafista del Estado Islámico porque no existía,
dejó por fuera alguna excepción, que bien podía haber sido Venezuela, donde hay
realidades culturales que hacen de la violencia y el asesinato cosas de todos
los días y esto se acepta y tolera.
Insisto en que las ideas y sentimientos contrapuestos en
nuestro país, deben y pueden ventilarse y dirimirse sin violencia física, pero
esto requiere de una reducción del resentimiento acumulado de cada una de las
partes. La del gobierno aduce que fueron sometidos y humillados desde hace quinientos años, la de la oposición que
lleva siendo insultada y degradada desde hace dieciséis, pero el choque de dos
resentimientos no va a hacer que el otro desaparezca, ni que se desvanezca, se
requiere una terapia política que al parecer, está más allá del liderazgo
existente y de las ideologías que usan como justificativo y arma arrojadiza de
su odio.
La violencia mental y espiritual también debe ser reducida,
porque esta es la precursora de la violencia física.
Fue verdaderamente doloroso ver a un niño de catorce años
muerto, exangüe en el suelo, asesinado por otro joven de veintitrés. Con las
armas que la república dice tener para
la defensa del pueblo. Peor aún, al día siguiente uno de los progenitores aparecía
en los medios, pidiendo justicia y criticando, con sobrada razón, los juicios
de valor emanados por la jefatura del Estado. Mientras que por otro lado, salía
la progenitora con el gobernador, pidiendo que no se utilizara ese deceso con
fines políticos.
Para quien lee esto en la noticias y desconoce personalmente
a las víctimas, queda flotando sobre la escena el espectro de la magnitud de la
falla que separa a Venezuela en dos mitades, donde al parecer, por el tono, las fotos y las declaraciones,
hay venezolanos que no se pueden poner de acuerdo ni sobre el cadáver de un
hijo.
Muy bueno sería que los venezolanos se leyeran el libro del
Dr. Pinker, lo discutieran y trataran de levantar el prestigio nacional,
reduciendo la fuente de violencia estructural y cultural y sí, reprimiendo
legal y correctamente la violencia física actual. Que leyendo esas páginas
reemergiera el deseo de elevar el honor nacional y no el falso orgullo
ideológico que está atizando tantas muertes.
“Quien salva a una persona salva a toda la humanidad”. Dice
una máxima. Quién sabe cuántos premios Nobel, cuántos campeones mundiales de
futbol, béisbol y basquetbol ha perdido
Venezuela, víctimas de un falso orgullo y una asquerosa soberbia que permite
que el vil egoísmo siga triunfando a costa de las vidas promisorias de los
hijos, de esta, nuestra pobre y cruel
Venezuela.
Martín Lon Blanco.
Caracas, 28 de febrero
de 2015.
De acuerdo absolutamente y debo agregar, que desde mi punto de vista, ninguna revolucion ha traido nada bueno e incluyo en este comentario a la Francesa, sino preguntemos por las historias de Danton y Robespierre....felicitaciones!!!
ResponderEliminarExcelente compañero , buen escrito para iniciar este domingo.
ResponderEliminarFabuloso Martin.
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