viernes, 13 de marzo de 2015

Vientos de Guerra.




Vientos de Guerra.

Parte I

El 10 de marzo pasado, El Nacional publicó un artículo del Dr. Ramón Piñango titulado “Laberintos”.
El escrito no tiene pérdida, no le sobra ni una palabra, ni una coma, aunque si resuma la añoranza latente de la concordia y de un futuro posible mejor.

El título, no sé si con intención o  por casualidad evoca una obre que hemos recomendado en el pasado: “El Laberinto de los tres minotauros”, de J.M. Briceño Guerrero (QEPD) En esa obra,  al igual que el artículo precitado, se categorizan las partes en que hoy nos empeñamos a definir como polarizadas políticamente, pero la división marca unas fronteras mucho más divisivas, son visiones del mundo separadas lo más artificialmente y no concurrentes, salvo en cosas muy superficiales. Sin embargo, se ha aprendido a disimular o a pretender que esa separación no existe que todos somos hijos de la misma Tierra y del mismo hombre. ¡Paja! Es cierto en el Genoma, pero no en la calle, ni en la cultura.

El problema es que se quiere para cada parte el botín petrolero y más allá de eso, distanciarse jerárquicamente y subyugar al otro grupo.

Y, en eso, cada bando, está en su laberinto. No encuentran salida. Ambos han perdido la vergüenza y el pudor. Como un matrimonio mal avenido y apelan a terceros para que intervengan, en algo privado, que sólo es problema de ellos. Pelean en público y a gritos, ignorando o pretendiendo ignorar la vergüenza  y dolor que les producen a sus hijos y a quienes los aprecian, y se hacen los locos con los extraños, que sienten, también, pena ajena. 

 En el fondo, a los terceros a los que apelan, los creen más cercanos culturalmente y de hecho puede que sea así. Buscan un reconocimiento, un aprecio y un amor, que saben que del otro no pueden recibir o no quieren recibirlo. Pareciese que no van a parar, hasta que se rebajen tanto ante el resto del mundo, que este les compensé con lástima el déficit de vergüenza, de  honor y de pena ajena.
Pero un país no es escalable a una pareja, a menos que sea un país feliz, parodiando a Tolstoi en su famosa apertura de la mejor novela en la historia de la humanidad “Todos los países felices se parecen, los infelices lo son a su propia manera”. Unos creen que el amor está en New York, otros creen que está en Pekín.
Pocos libros han levantado tanta roncha y producido más críticos y enemigos que el escrito por Samuel Huntington “El Choque de Civilizaciones”, lamentablemente, dejé de llevar la cuenta cuando llegó a mil muertos en conflictos interculturales y subculturales, por cada cuestionador. La realidad en su terquedad, le ha dado la razón al Dr.  Huntington (QEPD) y ha hecho quedar en ridículo a los promotores de la “Cooperación de las civilizaciones”, que tratando de llevarle la contraria al libro, han puesto a sus países al alcance del terrorismo, y de la bancarrota económica y es porque sin darse cuenta, han convertido el laicismo o la ideología, en una nueva religión. 

En este libro, no se considera a la América Latina como parte de “Occidente” y aquellos que rusófilos y sinófilos de ogaño son igual de fanáticos de los anglófilos y francófilos de antaño. Todos, por su conducta actual, confirman las teorías del Dr. Huntington.

Tenemos tan poca autoestima como país que para cubrir nuestra desnudez moral y cultural tenemos que arroparnos con las cobijas de los próceres muertos y envolvernos en glorias pasadas. El bando de los hijos del “Padre de la Patria” por un lado y los hijos del “Padre de la democracia” por otro, ¿pero parecen gemelos? Mi abuela solo diría:
-¡¡¡¡¡Ummmjuuuu!!!!!
Otra venezolana más moderna diría:
¡Ahí hubo Cacho!!!!

Hemos dicho en anteriores entradas, que Venezuela es uno de los poquísimos países del mundo, donde la cultura está más atrasada que la biología. Los laberintos son culturales, no biológicos, para no usar el término demodé “raciales”. Las diferencias culturales en Venezuela son reducibles y manejables, el problema es que no se hecho el énfasis en lo profundo y vital, sino en lo superficial y accesorio.

Pero ahora, lo negativo, las disfuncionalidades culturales, sociales y económicas, amenazan en convertirse en militares, donde la violencia que ya de sí está a niveles alarmantes, se haría endémica y es en ese campo donde las riquezas del país no valen nada.
Cada quien nace con la moneda que deberá  dar en su momento a Caronte. ¿Cuál es la prisa por gastarla? ¿Cuál es el apuro por  llorar a nuestros amigos y nuestros deudos? O ¿Qué estos nos lloren a nosotros?

En los últimos estudios de neurociencia se confirma también lo dicho hace más de cien años por el Dr. Carl Jung: “Es más fácil juzgar que pensar”, cosa que es cierta, ya que lo primero demanda menos glucosa y menos esfuerzo, de allí el “blame game” “o el juego de la culpa”, sea universal y popular,  y que tan bien juegan los políticos venezolanos en particular y la mayoría de la gente en general. Nos conformamos con encontrar la evidencia mínima para decir que tenemos la razón.
Si quisiéramos y sirviese para algo saber quién tiene la culpa de la violencia espiritual, verbal, política reciente, que parece querer condensarse y precipitarse en violencia física y la que parece estar buscándose con los EE.UU, lo único que hay que hacer es acumular todas las declaraciones y contar los adjetivos calificativos.
El que tenga más adjetivos es el culpable. 
Y siempre la responsabilidad es mayor de aquel que tiene más fuerza.
Es bueno y aquí recomiendo, que cada quien saque su cuenta, porque sí: hay un tercer grupo de venezolanos que disienten de lo que piensan y hacen los dos grupos enfrentados.



PARTE II
¡Qué tristeza da, el inferir, reconocer y aceptar el tamaño astronómico, del resentimiento de un bando que ha insultado, sometido y segregado a casi la mitad del país y que lo hace día tras día, por radio, por televisión, por escrito y en lenguaje mímico, que parece no saciarse hasta crear un resentimiento de igual magnitud que el propio.
¿Quién ha insultado mas?

La democracia moderna, la que ha hecho progresar a “occidente”, requiere de dos fuerzas que se contrapesen y se equilibren: el gobierno del que saque más votos, ósea, de la mayoría y el respeto de las minorías, sean estas religiosas, gremiales, políticas, étnicas o las que sean. Significa que a cada ciudadano se le debe oír por diferentes y múltiples vías, porque eso es “personalidad”, que viene de griego, prósopsis, prósôpon, y que significa “caretas”. Somos el resultado de diferentes facetas, en lo profesional, familiar, deportivo, culinario, sexual, etc. Etc., etc.Esa tolerancia diseñada y normatizada se denomina “pluralismo”,  Y allí (Guevara, Falcón dixit), está el problema actual, hay un déficit enorme de pluralismo y se quiere tener una relación de caciquismo, de individuo a líder,  directa, obviando que el número máximo para que este estilo sea efectivo es de ciento cincuenta individuos (Número de Dunbar), al llegar a esa cifra la tribu se divide.

El pluralismo requiere de una organización que resuelva los problemas  del todo. El tipo de organización más simple, por su propio bien, es la militar, la democracia moderna requiere más que eso. Más allá, se requieren de sistemas de dirección y gobierno más complejos. El gobierno debe estar para el ciudadano y las organizaciones grupales donde este se exprese, en una relación de servicio y apoyo, pero el ciudadano y sus organizaciones a las que se afilie no deben estar es una relación de subordinación al gobierno. No deben olvidarse la demostración de esta afirmación que es palpable, en la Europa del Este desde 1989 hasta hoy.
 Cada ciudadano tiene el derecho, sin transgredir la ley ni molestando a otro, a tener una vida pública, una vida privada y una vida secreta (GABO) y el gobierno debe garantizarle sus derechos y hacer cumplir sus deberes en las tres. El ciudadano debe tener el derecho a ser como él quiera y no como un gobierno dado quiera y mucho menos ser perguido. insultado o vejado por esto.
Los dos bandos deben ceder y no crear el falso dilema y el juego suma cero, porque aunque todo este problema es artificial producto de que los venezolanos tienen una entrada gracias al petróleo que les permite ahogarse en un vaso de agua y crear en el mismo una tempestad, el resultado puede ser cero para los dos, por haber envenenado el vaso de agua por el que se estaban peleando.

Los dos bandos están creando las condiciones para regresar a estadios de ignorancia política y culturalmente superados; un Stalin, Pinoshit, un Pol Pot (ya tuvimos algunos), o una fuerza expedicionaria extranjera de cualquier  o múltiple nacionalidad. En fin, de una desvergüenza.
Basta de falsas emociones y de insensatez. Lo único irreversible es la muerte. Los delfines y las ballenas regresaron al mar después de caminar por la tierra y la Boa constrictor tiene caderas atrofiadas donde iban las patas, los hombres tienen tetillas, si su Creador les dio esa capacidad, los líderes políticos actuales de Venezuela no deben ponerle a la vida la camisa de fuerza de su particular concepto de  “historia”. A eso los está llevando el laberinto en el que ustedes mismos se han metido.
A los conciudadanos del gobierno y la oposición les recuerdo respetuosamente, la cita del Dr. Lorenz: “El aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tormenta en New York”, es el llamado “efecto mariposa”. La flatulencia que están fermentando con sus odios y ridiculeces puede producir un huracán que barra toda Venezuela. Tómense juntos su bicarbonato. Todos los venezolanos se lo sabremos agradecer, quien sabe si el propio Creador también.


Martín Lon Blanco.


Caracas, 12 de marzo de 2015.



2 comentarios:

  1. Interesante y brillante escrito...recuerdo hace muchos anos haber leido una excepcional novela titulada VIENTOS DE GUERRA, de Hermann Wouk....felicitaciones por este extraordinario analisis.

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  2. Verdaderamente sin desperdicios mi General, si no la a leído le recomiendo La Herecia de la tribu de Ana Teresa Torres, alli expone esa negación de soltar el pasado y pretender que tenemos una deuda por cobrar desde la independencia que no nos deja avanzar al futuro. Dios lo bendiga y éxitos. Check Six Diablo Mayor.

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